jueves, 15 de septiembre de 2011

Paralelismo: spaghetti - revolución

Es un elemento con implicancias múltiples en nuestra historia, nuestra vida cotidiana. Lo tenes presente cada domingo, preferentemente, y siempre está ahí enrollado, esperando ser ingerido de un solo bocado.

Parece que su asimilación no es del todo fácil. Créase o no. Hay que enrollarlo mucho, mucho para llevarlo a la boca.

Este elemento tuvo su incidencia cinematográfica, a tal punto que llegó a formar su propio género (spaghetti western). También se convirtió en un nodo estructural en la construcción de autopistas y autovías, hasta convertirse en los cruces típicos de las autopistas estadounidenses.

También pasó a ser un código para la computación, conocido como ese programa de hilos intrincados y anudados que pertenece a un sistema de flujos.

Hay quien dice que fue un elemento de la protesta, en particular, la protesta contra la enseñanza en la escuela de la teoría creacionista, en Kansas.

Pareciera que no hay nada qué decir acerca  del spaghetti. Pero, innumerables hechos históricos demuestran lo contrario.

Ahora, el spaghetti es bien complicado, quizás, parecido a las complejidades que atravesamos los treintañeros y cuarentañeros en materia amorosa. La cuestión de ambas complejidades se resuelve con una actitud netamente revolucionaria.

En primer lugar, el spaghetti merece ser enrollado antes de ser degustado. Convengamos que no luce bien que el spaghetti salga de nuestra boca como serpentinas.

¿A qué quiero llegar con esta reflexión? Tras una serie de estudios y análisis arribo a la conclusión que el spaghetti no es una cosa simple, tanto como no lo es el amor revolucionario.

El ritmo de comer esta pasta es algo común para todos, en especial, para los burgueses; pero puede ser cansador. Y acá encuentro el primer paralelo con el amor revolucionario. Para todo es muy común el amor, el romanticismo. Pero, no todos son partidarios del amor revolucionario. Es una ardua lucha y sabemos que pocos o muchos pueden quedar en el camino por cansancio, falta de paciencia o militancia.

En segundo lugar, el sistema de enrollar el spaghetti es un conocimiento de una élite. El resto de los humanos se pelean con el spaghetti hasta no sé cuantos rounds al tratar de enrollar directamente la pasta contra el plato. Algunos, de manera obstinada, al finalizar el enrollamiento del spaghetti se encuentran con un masacote difícil de deglutir. Y a otros la posición de la muñeca (me refiero al movimiento de la mano al enrollar el spaghetti contra el plato) no es nada cómodo, por lo cual le causa inevitablemente cansancio y hasta dolor. Esta técnica, definitivamente, no sirve.

Transportándolo a la trinchera del amor revolucionario, muchos creen en el amor a primera vista, la conquista y la conocida primera cita, pero pocos practican estrategias y cruzadas para perseguir y alcanzar el amor revolucionario.

Por estos motivos, considero que el arte de comer spaghetti sea fácil o simple sólo es un mito burgués. Para comer spaghetti hay que saber de técnica y de buenos manejos de la mano para no caer en la serpentina pública del spaghetti. Y, al igual que el amor revolucionario, las promesas, los sueños y la ilusión son meras quimeras burguesas.

Para transitar la vía del amor revolucionario precisamos de coraje y audacia para no caer en la serpentina sentimentaloide.

Hasta todos los momentos.


4 comentarios:

  1. Mmm para mi el spaguetti es sólo un fideo.
    Perdón Renata por mi falta de imaginación, de todas maneras ya sabías que te la iba a objetar y sobre gustos no hay nada escrito !!!
    Hasta todos los momentos.

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  2. Camarada Brendita: Estás disculpada. Pero, hay que ejercitar más la imaginación, de esa imaginación que nos hace ver más allá de las cosas, en su calidad material y en su condición física.
    Hasta todos los momentos.

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  3. Tu lado disparatado me gusta.

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  4. Camarada anónimo: sus palabras me demuestran su complicidad revolucionaria ante mis disparates, ocurrencias e indisciplinamientos.
    Hasta todos los momentos.

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L@s camaradas dicen