Parece que
su asimilación no es del todo fácil. Créase o no. Hay que enrollarlo mucho,
mucho para llevarlo a la boca.
Este
elemento tuvo su incidencia cinematográfica, a tal punto que llegó a formar su
propio género (spaghetti western). También se convirtió en un nodo estructural
en la construcción de autopistas y autovías, hasta convertirse en los cruces
típicos de las autopistas estadounidenses.
También pasó
a ser un código para la computación, conocido como ese programa de hilos
intrincados y anudados que pertenece a un sistema de flujos.
Hay quien
dice que fue un elemento de la protesta, en particular, la protesta contra la
enseñanza en la escuela de la teoría creacionista, en Kansas.
Pareciera
que no hay nada qué decir acerca del
spaghetti. Pero, innumerables hechos históricos demuestran lo contrario.
Ahora, el
spaghetti es bien complicado, quizás, parecido a las complejidades que
atravesamos los treintañeros y cuarentañeros en materia amorosa. La cuestión de
ambas complejidades se resuelve con una actitud netamente revolucionaria.
En primer
lugar, el spaghetti merece ser enrollado antes de ser degustado. Convengamos
que no luce bien que el spaghetti salga de nuestra boca como serpentinas.
¿A qué
quiero llegar con esta reflexión? Tras una serie de estudios y análisis arribo a
la conclusión que el spaghetti no es una cosa simple, tanto como no lo es el
amor revolucionario.
El ritmo de
comer esta pasta es algo común para todos, en especial, para los burgueses;
pero puede ser cansador. Y acá encuentro el primer paralelo con el amor
revolucionario. Para todo es muy común el amor, el romanticismo. Pero, no todos
son partidarios del amor revolucionario. Es una ardua lucha y sabemos que pocos
o muchos pueden quedar en el camino por cansancio, falta de paciencia o
militancia.
En segundo
lugar, el sistema de enrollar el spaghetti es un conocimiento de una élite. El
resto de los humanos se pelean con el spaghetti hasta no sé cuantos rounds al
tratar de enrollar directamente la pasta contra el plato. Algunos, de manera
obstinada, al finalizar el enrollamiento del spaghetti se encuentran con un
masacote difícil de deglutir. Y a otros la posición de la muñeca (me refiero al
movimiento de la mano al enrollar el spaghetti contra el plato) no es nada
cómodo, por lo cual le causa inevitablemente cansancio y hasta dolor. Esta
técnica, definitivamente, no sirve.
Transportándolo
a la trinchera del amor revolucionario, muchos creen en el amor a primera
vista, la conquista y la conocida primera cita, pero pocos practican estrategias
y cruzadas para perseguir y alcanzar el amor revolucionario.
Por estos
motivos, considero que el arte de comer spaghetti sea fácil o simple sólo es un
mito burgués. Para comer spaghetti hay que saber de técnica y de buenos manejos
de la mano para no caer en la serpentina pública del spaghetti. Y, al igual que
el amor revolucionario, las promesas, los sueños y la ilusión son meras
quimeras burguesas.
Para
transitar la vía del amor revolucionario precisamos de coraje y audacia para no
caer en la serpentina sentimentaloide.
Hasta todos los momentos.
Mmm para mi el spaguetti es sólo un fideo.
ResponderEliminarPerdón Renata por mi falta de imaginación, de todas maneras ya sabías que te la iba a objetar y sobre gustos no hay nada escrito !!!
Hasta todos los momentos.
Camarada Brendita: Estás disculpada. Pero, hay que ejercitar más la imaginación, de esa imaginación que nos hace ver más allá de las cosas, en su calidad material y en su condición física.
ResponderEliminarHasta todos los momentos.
Tu lado disparatado me gusta.
ResponderEliminarCamarada anónimo: sus palabras me demuestran su complicidad revolucionaria ante mis disparates, ocurrencias e indisciplinamientos.
ResponderEliminarHasta todos los momentos.