miércoles, 9 de noviembre de 2011

La ridiculización del bien de consumo


¿Cuánto vale? ¿Cuánto vales? ¿Cuánto valgo? ¿Cuánto valemos? Las mil y un preguntas irrisorias de nuestra era.

No quiero que todo esté regulado por la ley de la oferta y la demanda.

Mientras pregono que la revolución es el puente hacia la libertad de nuestros espíritus, en otros terrenos hablan que vos y yo somos sujetos intercambiables, cual producto de una transacción comercial. 

Te puede causar indignación, un fuerte ataque de risa o, quizás, angustia. Yo me bronqueo con aquellos que transitan la vida con el sello de garantía confiable.

¿Quién garantiza? ¿Quién garantea? Para mí la garantía y el garante son cortinas de humo, que se diluyen con la transmisión de afecto. Hablo de transmisión y no de intercambio.

¿Cuál es la diferencia? Transmitir amor es el fluir entre nosotros, la libertad de caminar despeinadamente por los lugares más inhóspitos. En cambio, intercambio genera si o si una transacción. Y, camaradas, el amor no es una operación comercial. Concienzudos o no damos amor con un gesto, una mirada, una palabra, un mate, un mensaje de texto o una palmada en la espalda. Y no estamos atentos a contabilizar qué recibimos.

¿Por qué no estamos atento a la ganancia? Porque el amor no entiende de beneficios, dado que su misma transmisión nos depara felicidad.

No quiero que la ecuación costo-beneficio sea el parámetro de la vida. ¿Qué es costo? ¿Qué es beneficio?, me pregunto como la voz del amor revolucionario. ¿De qué costo me hablan cuando transmitimos afecto y cariño por nuestro alrededor? El amor no implica ningún tipo de logística, más que la predisposición a revolucionar por, entre y para nosotros mismos. ¿Beneficio? El amor está más allá de todo. No es cuantificable, ni medible. Transgrede los parámetros de la moda social.

La estratagema publicitaria sustituye una parte por el todo, ofrece las mil y unas ilusiones de los productos distribuidos en la vidriera. La industria nos quiere conducir sobre los andariveles del todo se compra, todo se vende.

La sociedad capitalista intenta enterrar el surgimiento de nuevos ideales, nuevas ideas, como la revolución del amor.

Que quede claro. El amor no es  la góndola del supermercado, ni un comodity de la bolsa.

El amor es revolución.

¡Hagamos la revolución del amor!

Hasta todos los momentos.


2 comentarios:

  1. Camarada Gabriela, así sea. Espero que me sigas y te sumes a la revolución del amor.
    Hasta todos los momentos

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L@s camaradas dicen