¿Cuánto vale? ¿Cuánto vales? ¿Cuánto valgo? ¿Cuánto valemos?
Las mil y un preguntas irrisorias de nuestra era.
No quiero que todo esté regulado por la ley de la oferta y la demanda.
No quiero que todo esté regulado por la ley de la oferta y la demanda.
Mientras pregono que la revolución es el puente hacia la
libertad de nuestros espíritus, en otros terrenos hablan que vos y yo somos
sujetos intercambiables, cual producto de una transacción comercial.
Te puede
causar indignación, un fuerte ataque de risa o, quizás, angustia. Yo me
bronqueo con aquellos que transitan la vida con el sello de garantía confiable.
¿Quién garantiza? ¿Quién garantea? Para mí la garantía y el
garante son cortinas de humo, que se diluyen con la transmisión de afecto.
Hablo de transmisión y no de intercambio.
¿Cuál es la diferencia? Transmitir amor es el fluir entre
nosotros, la libertad de caminar despeinadamente por los lugares más
inhóspitos. En cambio, intercambio genera si o si una transacción. Y,
camaradas, el amor no es una operación comercial. Concienzudos o no damos amor
con un gesto, una mirada, una palabra, un mate, un mensaje de texto o una
palmada en la espalda. Y no estamos atentos a contabilizar qué recibimos.
¿Por qué no estamos atento a la ganancia? Porque el amor no
entiende de beneficios, dado que su misma transmisión nos depara felicidad.
No quiero que la ecuación costo-beneficio sea el parámetro
de la vida. ¿Qué es costo? ¿Qué es beneficio?, me pregunto como la voz del amor
revolucionario. ¿De qué costo me hablan cuando transmitimos afecto y cariño por
nuestro alrededor? El amor no implica ningún tipo de logística, más que la
predisposición a revolucionar por, entre y para nosotros mismos. ¿Beneficio? El
amor está más allá de todo. No es cuantificable, ni medible. Transgrede los
parámetros de la moda social.
La estratagema publicitaria sustituye una parte por el todo,
ofrece las mil y unas ilusiones de los productos distribuidos en la vidriera.
La industria nos quiere conducir sobre los andariveles del todo se compra, todo
se vende.
La sociedad capitalista intenta enterrar el surgimiento de
nuevos ideales, nuevas ideas, como la revolución del amor.
Que quede claro. El amor no es la góndola del supermercado, ni un comodity de la bolsa.
El amor es revolución.
¡Hagamos la revolución del amor!
Hasta todos los momentos.
Amén.
ResponderEliminarCamarada Gabriela, así sea. Espero que me sigas y te sumes a la revolución del amor.
ResponderEliminarHasta todos los momentos