El
Subgeneral Siqueiro me cuenta que los habitantes de Villa Victoria se
caracterizaban por ser buenos trabajadores, pero en los últimos tiempos,
después de la revolución industrial, se habían interesado por dedicar unas
horas al tiempo libre, al ocio. Algunos frecuentaban la Tertulia. Otros
aprendían a leer. Y otro tanto convocaban a la Asamblea Generalista para luchar
por un ser existencial nuevo.
“Entre las
tertulias y las asambleas comenzaron a generar nuevos espacios de debates. Eran
nuevos espacios de socialización y discusión filosófica”, me detalla el
Subgeneral y agrega: “La Tertulia era comandada por las mujeres de las fábricas
y la Asamblea Generalista por los hombres”.
Después de
la revolución industrial muchos de ellos sintieron los efectos del repliegue de
la creación –al dejar de ser artesanos- y todos se vieron envueltos en el
anonimato social. Esto les dio rienda suelta a los nuevos espacios para
discutir acerca de sus vidas, no tanto desde la política del reino de la
villa, sino más bien el qué hacer y qué querer en sus propias vidas, en todos
sus aspectos.
Y cuando
fueron conscientes que la división del trabajo los convirtió en objetos del
proceso socio-político salieron a la calle a protestar. La Tertulia y la
Asamblea Generalista se unieron en una proclama única: la concepción de los
habitantes Villa Victoria como seres pensantes, activos.
Estas
protestas callejeras causaron preocupación en la Reina Juana, que gobernaba la
Villa desde hacía más de tres décadas. Ella veía en esa proclama una amenaza
para su reinado. La Reina era la primera vez que se enfrentaba a semejante
desorden social.
Jamás los
victorianos habían salido a la calle. “Claro, ella lo que no entendía es que
los victorianos disfrutaban de su creación, de su lugar activo en la villa”, me
explica el Subgeneral Siqueiro.
Los
asesores de la Reina se reunieron para preparar una serie de medidas para
aquietar a los victorianos. Y de ahí la Reina dicta un decreto para todo el
pueblo.
Al día
siguiente, el vocero de la Reina le comunica a los victorianos que a partir de
ese día quedaban prohibidas las manifestaciones amorosas en la vía pública. “Los
asesores de la Reina creyeron que quitándoles la calle para las citas,
encuentros y paseos de los enamorados o futuros enamorados iban acallar a los
victorianos”, continúa el Subgeneral.
La
humanidad está atravesada por el amor, el amor en todos sus aspectos y por
todos los rincones económicos, sociales, culturales e históricos.
Al enterarse
de la noticia los victorianos entraron en cólera. La rebelión ya no
se podía hacer esperar.
La Tertulia
y la Asamblea Generalista convocaron a todos los victorianos, desde los más
pequeños hasta los más ancianos. Y así arribaron todos a la plaza.
Todas las casas habían quedado vacías y en las fábricas habían quedado las
máquinas silenciadas.
Ante la
medida del reinado a ningún victoriano le importaba su jornada, su comida, ni su
porvenir económico, porque ellos –desde pequeños- sabían que nada era posible
sin el amor de por medio. Justamente, el sentirse ajenos a la producción fue la
primera causa para asumir una actitud combativa, ya que le había sacado su
pasión al crear y seguir la producción de cada uno de ellos.
“Queridos
camaradas, la prohibición del amor en las calles tiene que darnos fuerzas para
poner punto final al reinado de Juana. No comprendo como una mujer no vislumbra
que el amor, única acción trascendental, es el motor de todos nosotros. No
comprendo como la Reina Juana nos despoja de nuestros sentimientos más propios,
más íntimos y pretende convertirnos en objetos de su reinado. Nuestra resistencia y
sacrificio no tiene que tener límites. Es la única manera de afirmar un ser
nuevo frente a la miseria, mezquindad y ceguera de la clase dominante”,
proclama a los gritos la comandante de la Tertulia.
La plaza
estallaba en un grito unísono de “Libertad y amor para los victorianos”.
“Camaradas,
tenemos que ser valientes y corajudos, se nos vienen los tiempos de lucha por
nuestra emancipación. Ya es hora de terminar con las determinaciones de la
Reina Juana en nuestro porvenir. Es hora que surja un nuevo ser y que los
sujetos de nuestra historia seamos nosotros. Los mismos cerebros que ejecutamos
las máquinas para la producción tenemos que determinar nuestro porvenir en esta
tierra. Tenemos que liberarnos de las formas mecanizadoras dictadas por la
Reina para hacer nacer nuestra verdadera esencia. Y, como saben ustedes,
nuestra verdadera esencia la hallamos en el amor.”
Y otra vez
la plaza estalló en el gripo de “Libertad y amor para los victorianos”.
Y así se
encolumnaron para marchar a la morada de la Reina. Todos, uno a uno tomados de
la mano para no dejarse arrastrar por las fuerzas públicas.
A dos
cuadras de llegar fueron detenidos por los gendarmes de la Reina, que estaban
armados. El pueblo se quedo quieto, ningún disturbio.
Subgeneral Siqueiro: Renata, ellos quería luchar por su
propia existencia en el amor, pero no querían ejercer la violencia, porque les
parecía la contradicción más contradictoria de su lucha.
Renata: ¿Y cómo hicieron?
SS: Todos se quedaron quietos y la comandante de
la Tertulia y el comandante de la Asamblea Generalista se acercaron a ellos a
contarles del motivo de su lucha. Estuvieron horas y horas.
R: ¿Y qué pasó?
SS: Por lo que veo, seguís con tu menos más de la
paciencia. La comandante y el comandante fueron hablando uno a uno a los
gendarmes. Mientras los victorianos tomaron asiento en las calles, tranquilos.
Después de
casi cinco horas los comandantes se acercaron.
“Camaradas,
nuestra lucha abarca a todos y nadie tiene que quedar fuera, porque todos somos
victorianos y todos merecemos vivir en el amor. Así que ahora marcharemos junto
con los gendarmes, porque ellos también aceptaron nuestra proclama de Libertad
y amor para los victorianos”.
Y así los
victorianos arribaron a la morada de la Reina Juana, que estaba sentada frente
a una ventana mirando la rebelión callejera.
“Te
imaginarás, Renata, que ese fue el último día del reinado de Juana. Ella no
pudo oponerse a la rebelión de los victorianos. Ella misma comprendió que no
hay decreto, ni arma para luchar contra la filosofía del amor. Y así fue como
los victorianos sellaron el comienzo de nueva historia en su porvenir”.
Y después de
estas palabras el Subgeneral Siqueiro me regaló uno de los volantes de aquella época,
que plasmó la proclama de libertad y amor.
Hasta todos los momentos.
Callar el grito desbocado del amor seria como ponerle un bozal a nuestro corazón, nada como la mismísima expresión de lo que se siente en el momento preciso en el que dos amantes logran deshacerse de las ataduras que socialmente son impuesta por una cultura enfrascada. Es así como caemos en la desgracia del dicho " lo que el corazón calla, el cuerpo lo grita" y se manifiesta con insoportables dolencias corporales, cambios de humor y hasta insomnio... LA MÁXIMA EXPRESIÓN DEL AMOR es, andar suelto y sin pedir permiso. Mil gracias y hasta todos los momentos . ROBERTA
ResponderEliminarCamarada Roberta: De todo eso trata el amor revolucionario. De luchar por no desdibujar el amor, de recuperarlo en su esencia y de asumir una actitud audaz en medio de esta cruzada revolucionaria.
ResponderEliminarHasta todos los momentos.