domingo, 2 de octubre de 2011

Pronunciamiento victoriano del amor


El Subgeneral Siqueiro me cuenta que los habitantes de Villa Victoria se caracterizaban por ser buenos trabajadores, pero en los últimos tiempos, después de la revolución industrial, se habían interesado por dedicar unas horas al tiempo libre, al ocio. Algunos frecuentaban la Tertulia. Otros aprendían a leer. Y otro tanto convocaban a la Asamblea Generalista para luchar por un ser existencial nuevo.

“Entre las tertulias y las asambleas comenzaron a generar nuevos espacios de debates. Eran nuevos espacios de socialización y discusión filosófica”, me detalla el Subgeneral y agrega: “La Tertulia era comandada por las mujeres de las fábricas y la Asamblea Generalista por los hombres”.

Después de la revolución industrial muchos de ellos sintieron los efectos del repliegue de la creación –al dejar de ser artesanos- y todos se vieron envueltos en el anonimato social. Esto les dio rienda suelta a los nuevos espacios para discutir acerca de sus vidas, no tanto desde la política del reino de la villa, sino más bien el qué hacer y qué querer en sus propias vidas, en todos sus aspectos.

Y cuando fueron conscientes que la división del trabajo los convirtió en objetos del proceso socio-político salieron a la calle a protestar. La Tertulia y la Asamblea Generalista se unieron en una proclama única: la concepción de los habitantes Villa Victoria como seres pensantes, activos.

Estas protestas callejeras causaron preocupación en la Reina Juana, que gobernaba la Villa desde hacía más de tres décadas. Ella veía en esa proclama una amenaza para su reinado. La Reina era la primera vez que se enfrentaba a semejante desorden social.

Jamás los victorianos habían salido a la calle. “Claro, ella lo que no entendía es que los victorianos disfrutaban de su creación, de su lugar activo en la villa”, me explica el Subgeneral Siqueiro.

Los asesores de la Reina se reunieron para preparar una serie de medidas para aquietar a los victorianos. Y de ahí la Reina dicta un decreto para todo el pueblo.

Al día siguiente, el vocero de la Reina le comunica a los victorianos que a partir de ese día quedaban prohibidas las manifestaciones amorosas en la vía pública. “Los asesores de la Reina creyeron que quitándoles la calle para las citas, encuentros y paseos de los enamorados o futuros enamorados iban acallar a los victorianos”, continúa el Subgeneral.

La humanidad está atravesada por el amor, el amor en todos sus aspectos y por todos los rincones económicos, sociales, culturales e históricos.

Al enterarse de la noticia los victorianos entraron en cólera. La rebelión ya no se podía hacer esperar.

La Tertulia y la Asamblea Generalista convocaron a todos los victorianos, desde los más pequeños hasta los más ancianos. Y así arribaron todos a la plaza. Todas las casas habían quedado vacías y en las fábricas habían quedado las máquinas silenciadas.

Ante la medida del reinado a ningún victoriano le importaba su jornada, su comida, ni su porvenir económico, porque ellos –desde pequeños- sabían que nada era posible sin el amor de por medio. Justamente, el sentirse ajenos a la producción fue la primera causa para asumir una actitud combativa, ya que le había sacado su pasión al crear y seguir la producción de cada uno de ellos.

“Queridos camaradas, la prohibición del amor en las calles tiene que darnos fuerzas para poner punto final al reinado de Juana. No comprendo como una mujer no vislumbra que el amor, única acción trascendental, es el motor de todos nosotros. No comprendo como la Reina Juana nos despoja de nuestros sentimientos más propios, más íntimos y pretende convertirnos en objetos de su reinado. Nuestra resistencia y sacrificio no tiene que tener límites. Es la única manera de afirmar un ser nuevo frente a la miseria, mezquindad y ceguera de la clase dominante”, proclama a los gritos la comandante de la Tertulia.

La plaza estallaba en un grito unísono de “Libertad y amor para los victorianos”.

“Camaradas, tenemos que ser valientes y corajudos, se nos vienen los tiempos de lucha por nuestra emancipación. Ya es hora de terminar con las determinaciones de la Reina Juana en nuestro porvenir. Es hora que surja un nuevo ser y que los sujetos de nuestra historia seamos nosotros. Los mismos cerebros que ejecutamos las máquinas para la producción tenemos que determinar nuestro porvenir en esta tierra. Tenemos que liberarnos de las formas mecanizadoras dictadas por la Reina para hacer nacer nuestra verdadera esencia. Y, como saben ustedes, nuestra verdadera esencia la hallamos en el amor.”

Y otra vez la plaza estalló en el gripo de “Libertad y amor para los victorianos”.

Y así se encolumnaron para marchar a la morada de la Reina. Todos, uno a uno tomados de la mano para no dejarse arrastrar por las fuerzas públicas.

A dos cuadras de llegar fueron detenidos por los gendarmes de la Reina, que estaban armados. El pueblo se quedo quieto, ningún disturbio.

Subgeneral Siqueiro: Renata, ellos quería luchar por su propia existencia en el amor, pero no querían ejercer la violencia, porque les parecía la contradicción más contradictoria de su lucha.
Renata: ¿Y cómo hicieron?
SS: Todos se quedaron quietos y la comandante de la Tertulia y el comandante de la Asamblea Generalista se acercaron a ellos a contarles del motivo de su lucha. Estuvieron horas y horas.
R: ¿Y qué pasó?
SS: Por lo que veo, seguís con tu menos más de la paciencia. La comandante y el comandante fueron hablando uno a uno a los gendarmes. Mientras los victorianos tomaron asiento en las calles, tranquilos.

Después de casi cinco horas los comandantes se acercaron.

“Camaradas, nuestra lucha abarca a todos y nadie tiene que quedar fuera, porque todos somos victorianos y todos merecemos vivir en el amor. Así que ahora marcharemos junto con los gendarmes, porque ellos también aceptaron nuestra proclama de Libertad y amor para los victorianos”.

Y así los victorianos arribaron a la morada de la Reina Juana, que estaba sentada frente a una ventana mirando la rebelión callejera.

“Te imaginarás, Renata, que ese fue el último día del reinado de Juana. Ella no pudo oponerse a la rebelión de los victorianos. Ella misma comprendió que no hay decreto, ni arma para luchar contra la filosofía del amor. Y así fue como los victorianos sellaron el comienzo de nueva historia en su porvenir”.

Y después de estas palabras el Subgeneral Siqueiro me regaló uno de los volantes de aquella época, que plasmó la proclama de libertad y amor.

Hasta todos los momentos.

 

2 comentarios:

  1. Callar el grito desbocado del amor seria como ponerle un bozal a nuestro corazón, nada como la mismísima expresión de lo que se siente en el momento preciso en el que dos amantes logran deshacerse de las ataduras que socialmente son impuesta por una cultura enfrascada. Es así como caemos en la desgracia del dicho " lo que el corazón calla, el cuerpo lo grita" y se manifiesta con insoportables dolencias corporales, cambios de humor y hasta insomnio... LA MÁXIMA EXPRESIÓN DEL AMOR es, andar suelto y sin pedir permiso. Mil gracias y hasta todos los momentos . ROBERTA

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  2. Camarada Roberta: De todo eso trata el amor revolucionario. De luchar por no desdibujar el amor, de recuperarlo en su esencia y de asumir una actitud audaz en medio de esta cruzada revolucionaria.
    Hasta todos los momentos.

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L@s camaradas dicen