lunes, 3 de octubre de 2011

Lunes de protesta

Todos hablamos del amor. Nadie está exento al habla del amor. Hasta el ateo ortodoxo asume la realidad de que vivimos en, por y para el amor.

El descreyente no tiene alternativa alguna de retirarse del universo del amor, porque está ahí, todo el tiempo, en sus distintas formas.

¿Qué hablo cuándo hablo de amor? Es un callejón sin salida que da lugar a mi deseo de expresarme, expresar el sentimiento por medio de una creación, siempre destinada a otro, a veces, alcanzable y, a veces, no.

Con el discurso del amor digo todo y nada, a la vez.

¿Cómo hago para escribirme en el amor? Por  momentos siento que al escribir acerca de este sentimiento revolucionario progresivamente lo llevo a su degradación. Pero cuando veo mi realidad caigo en la cuenta que por medio de mis crónicas lo reposiciono en mi vida, nuestras vidas.

Desde mi comienzo, cuando me autodeclaré revolucionaria, supe que escribir acerca del amor es enfrentar el embrollo más existencial que puedo tener. Y de ahí la actitud audaz para sortearlo.

El lenguaje me resulta demasiado excesivo y por momentos pobre, porque me faltan palabras y quiero más proclamas para navegar en este tópico.

Cada vez son más mis ganas de salir a la calle como una guerrillera del amor a protestar ante el seudodiscurso del amor sincero difundido por los medios de comunicación, la seudocultura y el discurso detentado por la clase dominante.

En mis inicios de chica revolucionaria comprendí que empezaba a escribir ante la ausencia de un amor revolucionario en mi vida.

Y así hice del amor mi discurso rebelde, un discurso tan escurridizo y vívido como lo son las relaciones, en la que el amado resulta alcanzable y no.

El discurso amoroso es hablado por ciento de miles de personas. Pero yo quiero un discurso revolucionario, que hable solamente del carácter subversivo del amor. 

Hasta todos los momentos.



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