El descreyente no tiene alternativa alguna de
retirarse del universo del amor, porque está ahí, todo el tiempo, en sus
distintas formas.
¿Qué hablo cuándo hablo de amor? Es un callejón
sin salida que da lugar a mi deseo de expresarme, expresar el sentimiento por
medio de una creación, siempre destinada a otro, a veces, alcanzable y, a
veces, no.
Con el discurso del amor digo todo y nada, a la
vez.
¿Cómo hago para escribirme en el amor? Por momentos siento que al escribir acerca de este
sentimiento revolucionario progresivamente lo llevo a su degradación. Pero
cuando veo mi realidad caigo en la cuenta que por medio de mis crónicas lo
reposiciono en mi vida, nuestras vidas.
Desde mi comienzo, cuando me autodeclaré
revolucionaria, supe que escribir acerca del amor es enfrentar el embrollo más
existencial que puedo tener. Y de ahí la actitud audaz para sortearlo.
El lenguaje me resulta demasiado excesivo y por
momentos pobre, porque me faltan palabras y quiero más proclamas para navegar
en este tópico.
Cada vez son más mis ganas de salir a la calle
como una guerrillera del amor a protestar ante el seudodiscurso del amor sincero
difundido por los medios de comunicación, la seudocultura y el discurso detentado
por la clase dominante.
En mis inicios de chica revolucionaria comprendí
que empezaba a escribir ante la ausencia de un amor revolucionario en mi vida.
Y así hice del amor mi discurso rebelde, un
discurso tan escurridizo y vívido como lo son las relaciones, en la que el
amado resulta alcanzable y no.
El discurso amoroso es
hablado por ciento de miles de personas. Pero yo quiero un discurso
revolucionario, que hable solamente del carácter subversivo del amor.
Hasta todos los momentos.

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