La sociedad
de hoy se esfuerza en ponerme en un cuadrado, en una baldosa, como cuando chica
jugaba a la rayuela y tenía que ir a parar a una para alcanzar el cielo. Pero
al crecer me di cuenta que no existe tal cielo, como me contaron, ni tampoco
hay un solo camino a transitar. Así desde adolescente me descubrí curioseando
uno que otro camino, como cuando Hansel y Gretel seguían el suyo por medio de
las migas de pan. 
Si bien yo
no seguí las migas de pan si me dejé llevar por las señales, por la casuística
y el encuentro con personas y su incidencia en mi vida. Mi lista muestra que no
en vano me encontré con cada uno de ustedes.
Y así me
opongo rebeldemente al dedo social de la clasificación. Hoy me encontré
conjugando tres términos: amad@, amor y relación. 
Y me
detuve, primero, en amad@. El mundo de hoy no puede clasificar al ser amad@,
porque es único, es una figura singular que responde al deseo de expresarse, de
querer. El ser amad@ es mi verdad, mi bandera revolucionaria, porque no está
basado en ningún estereotipo, ni mandato social. 
Muchas
solteras dicen “él es mi tipo”, “es justo lo que precisaba”, como si hablaran
de un genérico en lugar de un chico y lo mismo los solteros cuando dicen “ella
es lo que quiero”, “calza justo conmigo”.
Y, en
realidad, caen en el discurso socialmente dominante. No ven más allá del árbol.
El ver, descubrir y hasta describir a la otra persona que queremos transgrede
los cánones actuales. No sé si son los medios de comunicación, la publicidad
masiva o qué congo, pero hay una tendencia a la mirada estandarizada. De poca a
nada de originalidad.
Y,
justamente, mi lucha por el amor revolucionario busca las relaciones
originales, descontracturadas, libre de ataduras y miedos.
La
originalidad es lo que me sorprende en la mirada del otro, cada vez que leo en
ella su vuelo mental. Quizás, él no sepa nada de mis pensamientos. Pero basta
encontrarse para sorprenderse en la originalidad de la relación. 
La
originalidad no está en uno, ni en otro, sino en la manera de conjugarse. Y por
medio de mi revolución es la propia originalidad del amor lo que quiero
conquistar. 
La mayor
parte de las heridas amorosas provienen de estereotipos y papeles impuestos,
aunque no seamos del todo conscientes: el mostrarse enamorado las 24 horas,
abandonado, frustrado o desesperado por encontrar el amor a toda costa. Pero no
es así el amor revolucionario, porque lleva tiempo, paciencia y actitud
desafiante. No es de los amores de estos tiempos de los que te vengo hablando.
Tiene que ver con la conjugación del amad@, como sujeto, y del amor como
predicado. 
Es la
oposición al amor como un sentimiento de moda. Para mí el amor bordea con nuestros
costados marginales. 
Con mi
lucha quiero conmover y derrocar los estereotipos en materia amorosa.  Creo que el día que nos arriesgamos vos, yo y
todos a escribir una relación original inundaremos las calles de rebeldía, con
otros valores y otras miradas que trascenderán lo que hoy es nuestra cultura
dominante.
Hasta todos los momentos.
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L@s camaradas dicen