Ser soldado del Ejército Renatista por el Amor
Revolucionario era poco para él. En medio de una charla acordamos que sea el
Subcomandante, esa suerte de cómplice en mis andanzas en pos de la lucha por
el amor revolucionario.
Con él no hay formalidad de por medio, excepto, el trato de
“usted”, distinción entre los buenos camaradas. “La mejor militancia es la que
comienza desde la clandestinidad”, me dijo tiempo atrás.
Del mix de su cultura y la mía, de las experiencias
histórico-sociales de nuestros países me he valido para trazar mis bases
revolucionarias.
El Subcomandante va y viene de latitud en latitud. Subcomandante viene de sub-comandar.
¿Sub-comandar qué? Sub-comandar la alegría de la humanidad, sub-comandar las
revoluciones cotidianas. Ni él, ni yo hablamos de una revolución como un acto
heroico. La lucha más revolucionaria es la que practicás día a día, es cuando
llevás a cabo alguna locura. La lucha más revolucionaria es la que te lleva a
soñar y arriesgarte, sea el motivo que sea.
El Subcomandante es el inaugurador de “Grandes fiestas”,
la alta cumbre de la militancia
por el amor. Ahí pensamos y elucubramos distintas instrucciones, no en su
connotación dictatorial. Instrucciones para que cada uno de nosotros saquemos
lo mejor de si. Él y yo estamos convencidos que todos llevamos un
revolucionario dentro, todos contamos con una cuota de creatividad y de
valentía para enfrentar nuestra misión en este planeta. Algunos lo ven más
fácilmente. Otros no tanto. Pero el Subcomandante me enseñó a ser perseverante.
Todo tiene un por qué y de ahí tengo que aprender.
“Grandes fiestas” nos une en nuestras miradas, desde
distintos puntos geográficos. Y, aunque nos quejemos de la invasión de las
nuevas tecnologías, él y yo le hacemos un gran atributo, porque es el medio
para seguir en nuestra lucha.
El Subcomandante viene de la contra-cultura, de los
subterráneos urbanos. Con su modo
de vida, su apertura mental transgrede el paradigma de guerrillero. Los dos
pertenecemos al siglo XXI y sabemos y hemos acordado que las tácticas y
estrategias revolucionarias tienen que ser de las más variadas y amplias,
porque el amor engloba todo y a todos.
Con el Subcomandante crecimos en tiempos donde los
esqueletos políticos nos encuadraban por dentro o por fuera, o sea, blanco o
negro, no a lugar a lo distinto. Crecimos con el dedo moral, que marca qué es
bueno y qué es malo, con la educación formal, con las relaciones asimétricas,
con moldes definidos socialmente.
Y así en una de las sesiones de “Grandes fiestas” hemos
dictaminado:
- Bueno es todo lo que nos lleva al amor y malo es todo lo
atenta o inhibe la germinación del amor.
- El amor encarna toda las cosas, está presente en toda
situación social.
- La revolución se manifiesta en la expresión de los
sentimientos, en las vivencias cotidianas, sin distinción de credo, raza,
cultura y sexo.
- La vida y el amor no tienen medidas. No se trata de
pedazos, ni de piezas, como si estuviéramos armando un rompecabezas.
Todo surgió de la nada. Quiero decir la alianza con el
Subcomandante es un fluir permanente, no hay nada planificado. En las primeras
cumbres sentamos nuestras bases revolucionarias. Y, ahora, cada uno acompaña al
otro en sus andanzas. Probablemente, haya más sesiones de “Grandes fiestas”.
Pero lo importante ahora es que nos aunamos en una misma causa, que trasciende
las fronteras fijadas por la geografía y la historia.
Hasta todos los momentos.
Bella Renata:
ResponderEliminarDía a día sigo sus crónicas. Recién me entero de la existencia del Subcomandante y por lo que leo viene de tierras netamente revolucionarias. Ando con días como el tiempo... y leerla me hace bien.
Siga revolucionariamente así, SANTI
Camarada Santi:
ResponderEliminar¡Qué bueno que me sigue! Así que anda como el tiempo. Ya vendrán tiempos mejores y mientras espera agarre la guitarra y nos ponemos a cantar.
Hasta todos los momentos.