Es un camino de ida. No tiene retorno. Durante muchos años de mi vida hice de todo un poco. Pero nada dio resultado, acorde con los términos sociales.
Mis padres me llevaron a varios médicos y terapeutas de diferentes escuelas (jungiana, freudiana, gestáltica), porque querían que yo sentara los pies sobre la tierra. Cada inicio de sesión comenzaba con mi típica pregunta: ¿qué es sentar los pies sobre la tierra? ¿Incoherente frase, no? Sobre la tierra me siento con la cola, puedo tirarme sobre la tierra y eso abarcaría todo mi cuerpo. ¿Ahora sentar los pies sobre la tierra? En todo caso, es pisar la tierra con los pies. Y los terapeutas lo único que hacían era escribir a dos mil por hora en su anotador.
Según mis padres yo era inquieta, nada me hacía mantener la atención pasados los cinco minutos. Queriéndose hacer los médicos me diagnosticaban "hiperkinectividad". El médico de mi familia se mostraba menos preocupado, al menos, no estaba tan desesperado como mis padres. Me acuerdo que siempre les decía: "es una chica activa, siempre va a tener que estar en movimiento. Con el tiempo le irán comprendiendo su ritmo vital". Y así a mis padres no les quedo más remedio que la resignación.
En la primaria y la secundaria fui bastante normal, aprobaba todas las materias y las buenas notas las conseguía con un rato de estudio antes de la cena. De las enseñanzas de la primaria algo me quedó, en especial, historia y lengua. Del secundario un poco más, agregale literatura y educación cívica. Pero la verdad, me aburría bastante el estudio. Siempre buscaba una alternativa a la educación formal. Y así lo encontré en el dibujo y la pintura. También en mis horas de juego me dedicaba a ser la reportera del barrio. ¡Pobres mis vecinos no los dejaba en paz!
Y así transcurrieron los años. Mis padres no lograron comprender el por qué de mi ser inquieto, de mi torbellino interior. De chica me encontré soñando con ser una poetisa, de adolescente con ser una cuentista. Y ya entrada la juventud mis ganas de ser escritora. De todo eso logré ser varios años una periodista y, ahora, ya me volqué a ser revolucionaria, que tiene un poco y nada de cada cosa.
Esta noche tengo que hacerte una confesión. Pero prometeme que queda entre vos y yo. Desde chica soñé y me enamoré del amor. Más allá que un día me gustaba un chico, al otro día tenía otro novio y así, siempre fui una romántica. Siempre creí y traté de observar en cada momento el amor, ese amor que trasciende a todo lo que estamos acostumbrados. Ese amor que te hace delirar, que te saca de esa planilla llamada rutina. Y en eso debo reconocer una gran cuota a la influencia de mi nonna.
Te hago un resumen: mi nona se casó a los 16 años, se vino de Italia para acá, porque mi nonno quería "hacer la América" y seguir con su militancia en la Argentina. Mi nonna jamás dudó en seguirlo. Nunca los vi juntos, porque no llegué a conocer a èl. Pero al escuchar todos los días a mi nonna hablar de él, de contarme su historia, sus peripecias y sus ganas de remarla juntos hizo que el amor prendiera más en mi personalidad. Me crié en medio de ese amor, de ese amor con una ausencia de por medio. Mi nonna jamás volvió a estar con otro chico. Y mirá que quedó viuda a los 33. Ella fue la mejor guía en mi camino. Jamás recibí un no por respuesta. Siempre era aliento, esperanza. De ella mamé la lucha por el amor. Dicen, algunos psicólogos, que lo que vivís en la infancia permanece en toda tu vida. Quizás, tengan razón. Mi espíritu revolucionario viene de pequeña.
Nunca dejé de creer en el amor, ni con una separación, ni con mal de amores tampoco. El amor es el que me lleva a escribir todos los días y hacer posible mi sueño de ser escritora, porque de alguna manera mi Docublog es un libro en construcción permanente. Quién te dice en un año, dos comience a pensar en mi libro. Nada está dicho en mi porvenir.
Pero esta noche me es necesario confesarte los pensamientos que vienen con mi historia de vida.
Soy una soñadora empedernida del amor. Soy una luchadora incansable. No importa cuándo llegará mi chico revolucionario, lo importante es que disfruto cada día de mi motivo de lucha, que hace que viva nuevos momentos, nuevos desafíos y también me reencuentre con mi nonna, la única mujer que me mostró el amor con hechos y no con teóricos te quiero como un mero discurso.
Hasta todos los momentos
Nota renatista: Dedicada a Gina, mi nonna.
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