Aunque
estoy de militancia activa, el Subgeneral Siqueiro no dejó de despertarme este
domingo para contarme una historia de amor revolucionario. Él y yo celebramos
esta era tecnológica, donde siempre estamos on line.
“Renata, no
todos son como tú”, así se anticipa el Subgeneral Siqueiro a contar su relato
de todos los domingos. Yo sólo estoy expectante para escuchar otra historia de
amor.
Berta era
una treintañera, pero muy distinta a ti. A ella le gustaba viajar, amaba pintar
y se pasaba horas y horas entre decoraciones y creaciones artísticas. Una o dos
veces por año experimentaba un viaje. Y así pasaban los meses, días y semanas
para ella. Si bien no era creyente del amor, si sabía que si algo tenía que
pasar en su vida iba a pasar inexorablemente por los designios de su destino.
Berta
estuvo enamorada durante 20 años de un chico de su pueblo. Sólo unos meses
estuvieron de novios y, luego, todo se disolvió sin mayores explicaciones.
Desde niña, Berta creció junto con Andrés. Fueron juntos al jardín de infantes,
le siguió la primaria, la secundaria y la llegada de la juventud los encontró y
desencontró en varias oportunidades.
Al menos,
eso me cuenta el Subgeneral Siqueiro.
Berta y
Andrés bailaron sus primeros lentos y esos primeros lentos se extendieron
durante casi dos años. Como el amor revolucionario tiene un lenguaje universal,
ni Berta, ni Andrés precisaban hablar mucho, ni detener su bailar para dialogar
acerca de ellos. El danzar de sus pies, los movimientos de sus brazos
expresaban mucho más que las palabras.
Unos meses,
sólo unos meses, los conjugó de novios. Pero, todo fue tan de repente, todo tan
vertiginoso que el noviazgo desapareció. Pero, lo más revolucionario de Berta y
Andrés es que no desaparecieron el uno del otro. En especial, Berta dedicó cada
uno de sus sueños a Andrés.
Renata: ¿Y Andrés?
Subgeneral Siqueiro: ¡Renata, siempre preguntás todo!
Esta historia la conozco porque el amor de Berta se convirtió en una leyenda
del Siglo XXI. ¿No te alcanza con esa información?
R: Bueno, Subgeneral, no te enojes por mi curiosidad.
SS: Renata, no me enojo por tu curiosidad. Pero, a
veces, tus interrupciones pecan por ansiedad.
R: Me quedo muda.
El
Subgeneral retoma la historia contándome que Berta vivió 20 años enamorada de
Andrés. Y de Andrés sólo se sabe que después de estar con Berta intentó una o
dos historias, pero ninguna llegó a buen puerto.
Al llegar a
su 20mo. aniversario, Berta decidió viajar a su pueblo de la infancia. Sabía
perfectamente que él estaría en el mismo boliche, donde tuvieron su primera vez
en materia de lentos. Ella no iba a declararle su amor. Simplemente, quería
mirarlo a los ojos, decirle lo que primero se le viniera a la mente y tratar de
seguir su camino.
Y una noche
se encontraron, los dos paralizados se reconocieron como los niños de los
lentos. El boliche estaba lleno. Pero, ellos sólo se miraban, nada de su
alrededor los distrajo un segundo.
Berta tenía
pensado hablarle de sus sentimientos, pero al mirarlo no atino a disparar
palabra alguna. En ese preciso instante el aire parecía quebrarse y todo
indicaba que si ellos volvían a bailar un lento volverían a entenderse.
Andrés
quedó sorprendido ante la llegada de Berta. Tampoco soltó palabra alguna. Y,
como años anteriores, la invitó a bailar.
Y esa
noche, que parecía de palabras, charlas y cierres o no de una historia de amor
revolucionaria, fue simplemente el redescubrimiento de Berta y Andrés bajo la
magia de los lentos.
Berta es de
esas mujeres revolucionarias, señala el Subgeneral, pero hoy en día no es una
creyente del amor revolucionario, no es porque no crea, sino simplemente,
porque después de Andrés decidió que el amor sólo es una cuestión caprichosa
del destino. Pero, más allá de esa decisión, Berta nos muestra que el
romanticismo, el desvelo por el otro, los sueños de amor son posibles, en este
loco tiempo, donde todo está patas para arriba.
Berta nos
muestra que la magia, las incógnitas y las idas y vueltas del amor
revolucionario siguen en vigencia, más allá de lo que hoy la sociedad nos pretende
mostrar.
Berta es de
esas mujeres que bien podrían ser personajes de los cuentos de Jane Austen o
William Shakespeare.
Hasta todos
momentos.
Muy interesante el cuento, me resulta bastante conocido, lo bueno es que milagrosamente y por obra y gracia del destino Andrés desapareció de la cabeza y del corazón de Berta, asi como esa canción que dice: ... Todo concluye al fin nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina ...
ResponderEliminarCamarada Brendita: ¡Es muy cierto! Lo bueno es que estas historias de amor me hacen creer más en el amor revolucionario, más allá de los finales.
ResponderEliminarHasta todos los momentos.