domingo, 6 de noviembre de 2011

La casa del árbol de los cuarenta


El Subgeneral Siqueiro vino nostálgico por sus cuarenta y tantos. No sé por qué este domingo comienza con la edad. Mientras trato de descubrir para dónde quiere ir me siento en la cama para escucharlo mejor.

Gerro, con una herencia genética de soñador, al sentirse día en día más descontento con su oficio se sentó a examinar su lista de tareas, revisó las herramientas que utilizaba a diario. Esa mañana se autointerrogó como llegó a someterse a su trabajo, sin mirar más allá de la baldosa. Esa mañana hizo un racconto en su balance existencial. El resultado arrojado fue un poco más de déficit que de superávit. “Nada mal”, se dijo. Pero, según el Subgeneral, no fue para nada convincente. Igualmente Gerro miraba aquella libreta de anotaciones como una oportunidad, como una nueva hoja en blanco a tipear. Pero de tantas alternativas imaginadas no discernía qué rumbo seguir, en el corto plazo.

Imbuido de planes, entró a hurtadillas a la habitación de sus hijos. Desde su separación ellos se quedaban tres veces por semana.

Durante horas y horas los observó dormidos, a la luz de la penumbra. Entre el silencio y el dormitar de sus pequeños Gerro sintió un llamado, como si naciera de su propio ser. Su primer reacción fue el sobresalto causado por esa extraña sensación. Nada entendía de inconsciente y super yo. Pero sintió que ya no daba para más no recibir ganancia alguna con la vida que tenía.

Regresó a su escritorio, con un vaso de whisky, y se preguntó si realmente no existe el ser humano que haga algo por nada, que no lo mueva la plata, ni esté sujeto a la realidad material. Sin hallar una respuesta definitiva escribió un signo de interrogación y cerró su libreta.

Llamó al trabajo y dio parte de ausente, total era viernes y no había ningún evento importante pactado en su agenda. Manejó hasta la maderera de la ciudad. Compró no sé cuantas tablas, puertas y otras cosas más de maderas. Dejó todo en el garaje. Se preparó unos mates y comenzó a dibujar en otra libreta, de un tamaño más grande.

Tras buscarlo por la casa, sus hijos lo encontraron en el garaje. Gerro les explicó que quería ser el creador de un nuevo lugar en el mundo. Los pequeños no entendían nada. ¿Su papá se había vuelto loco? se preguntaron, según el relato del Subgeneral.

Con el plano terminado en menos de cuatro horas comenzó a construir una casa de madera, pequeña casa sobre el árbol del jardín.

Los chicos lo ayudaron. Se pasaron días y días construyendo la casa del árbol.

Una vez terminada, los hijos lo miraron y le preguntaron qué ganaría con esa casa, si ya tenían una, de cemento y con buenos cimientos.

Gerro los miró, les acarició la cabeza a los dos y les dijo: ¿Ustedes creen que siempre hay qué ganar algo? Los chicos no respondieron.

Con la casa del árbol Gerro recobró sus ganas de soñar y proyectar.

Los hijos trataban de comprender, mientras pensaban qué número discar por si su papá se había vuelto loco.

El Subgeneral me cuenta que los hijos de Gerro eran chicos, 3 y 5 años. Entonces, no podían comprender la creación de su padre.

En este momento, hay una persona que escribe una canción de amor, otra que visita a su amor, otro que juega. Y Gerro, ahora, ya cuenta con su lugar en el mundo. Él no se sentía capaz de luchar por sus sueños, ni de trabajar por sus proyectos y menos que menos de volver a ilusionarse con un nuevo amor sino construía por sí mismo su nuevo lugar en el mundo.

El Subgeneral me cuenta que el llamado que sintió Gerro fue el del amor a experimentar nuevas sensaciones, nuevos momentos, distintos a los de su pasado. Pero primero que antes necesitaba sentir que su mundo había cambiado con su nuevo lugar: la casa del árbol.

Hasta todos los momentos.

2 comentarios:

  1. Hermosa lectura, y muy cierta. Nadie podria sentirse a salvo, seguro, confiando en si mismo si no tiene un lugar al cual llamar "Hogar". "Home is where the Heart is..., no importa si es una casita de un arbol (lo cual es muy tierno), una persona o una baldosa. Es ese lugar donde están las raíces del corazón, fundamental para la vida sana del mismo y, consecuentemente, su seguridad y estabilidad. Yo creo que he encontrando mi Hogar en la revista... Crac!

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  2. Camarada Kenia:
    Creo que necesitamos de un, nuestro lugar en el mundo para luchar por nuestros sueños, nuestros amores y también nuestros disparates.
    Si bien soy muy inquieta a mí también me gusta tener mi lugar en el mundo. Desde hace unos años lo encontré y este año me redescubrí en mi nuevo espacio, mi nuevo rincón en el mundo, mi blog.
    Hasta todos los momentos

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L@s camaradas dicen