lunes, 31 de octubre de 2011

Stop y más stop


¿Somos aficionados al conocido síndrome del Titanic?

El legado del pasado empuja al miedo a la escena principal de una obra de teatro, la de nuestra vida. Parece que el mundo está encaprichado a que compremos el boleto para la primera fila de la película “Inventario del miedo”, una secuencia cinematográfica, que nos habla de todo tipo de catástrofe, ya sea de la naturaleza, de índole económica, de clase política, de atentados y terrorismo.

Los artífices de este filme crean la asociación libre de inseguridades y temores por el mundo que nos rodea, cuando en verdad todos nacimos con temores y miedos propios de nuestra existencia, aquí y ahora.

¿Por qué no arriesgarnos a desafiar la mediocridad del miedo?

Prefiero comprar la entrada para ver “Indignaciones”, que trata de una fábula de humanos, divididos entre sí. Unos predican al cogito cartesiano inversamente “Tengo miedo, luego vivo”, ven naufragar sus sueños, sus sentimientos hacia el callejón oscuro del miedo, que todo lo hace desdibujar, borronear y pasarlo a fuera de foco. El otro grupo, el combativo, levanta la bandera del amor como la ausencia del miedo. Unos y otros van por distintas sendas. Pero con el correr de la película descubro que me paro frente a la vereda combativa.

Dicen muchos que el miedo está en el origen de todo, pero eso no hace a su permanencia, ni dominio.
El miedo se aviva cuando nos rendimos ante el desamparo, la vacilación, la duda y, en especial, cuando creemos que ninguna de las ofertas del mundo no está dirigida a ninguno, cuando en verdad nosotros tenemos la brújula.

El miedo se aviva cuando todo tambalea, al borde de la explosión y nos articula como un sujeto librado al naufragio, como el Titanic.

Me opongo a la creencia de que el odio es el enemigo del amor. No, no. El enemigo del amor es el miedo. No se puede sentir el amor y el miedo, al mismo tiempo.

Hay unos que tienen tanto miedo al amor, a rodearse de amor en su vida, que toman un atajo y van por la retirada, sin importarles el después, ni su hundimiento espiritual.

Hay otros que comprenden el poder del amor para luchar, para ver el arco iris todos los días, que nuestra condición humana está dada por el amor.

Y con mi revolución en marcha estoy convencida que seremos más los adeptos a la creencia que los que triunfan en la vida son los que no tienen miedo a triunfar.

Hasta todos los momentos.


1 comentario:

  1. Estimadissssima Renata:

    Yo creo que es normal tener miedo ante lo nuevo, el miedo es una reacción natural frente a una situación que nos toma por sorpresa y que obviamente desconocemos. El miedo es, también, la afirmación más clara de nuestra humanidad.

    En el amor uno tiene necesariamente que equivocarse, y a veces perseverar en el error, sin escuchar a nada, ni a nadie. Y entonces uno se descubre cayéndose una y otra vez, golpeándose con la misma piedra, venciendo los más grandes temores, pero sobre todo, aprendiendo...

    El mundo nos enseñó con razones justificadas a desconfiar, a tener miedo de todo lo que brilla en medio de la oscuridad, a mirar con malicia y cierto prejuicio a la mano que se extiende en la desgracia.

    la tendencia hoy parece ser la de no arriesgar nunca nada a menos que se esté totalmente seguro de algo. El problema es que esto tiene como consecuencia que nunca se lance la moneda por miedo a fracasar nuevamente, por miedo al error y a las críticas de la sociedad.

    Por eso sería importante tratar de vencer los miedos, aunque la lucha sea larga y tediosa; hay que buscar dentro de nosotros esa fuerza que nos obliga a empezar de nuevo, que hace que abramos nuestros ojos, nuestras palabras, nuestro corazón, así cada vez que caigamos, nos levantamos con más fuerza!

    Hasta todos los momentos!

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L@s camaradas dicen