domingo, 24 de julio de 2011

La leyenda del amor revolucionario

El Subgeneral Siquiero me relató el nacimiento del amor revolucionario. La leyenda cuenta que los dioses habían hecho el amor puro y libre casi parejo, cuya piedra fundacional era la valentía. En su creación no había persona que domine, ni dominado, los actos de conquista no tenían propiedad, no había otros sentimientos que lo corrompiera.

Los dioses concibieron el amor revolucionario como el eje de la trascendencia humana. Ellos mismos gestaron el amor revolucionario en cada uno de los objetos, criaturas vivas en la tierra. Como la esencia del amor puro y libre era sustentada por el coraje, la solidaridad y el jugarse por el resto de los seres, los dioses congregaron a una asamblea para preguntarles a hombres y mujeres si querían ingresar al universo del amor revolucionario. Al unísono, todos respondieron positivamente. Los dioses se miraron entre ellos y uno les dijo: “El amor puro y libre requiere una actitud desafiante todo el tiempo y siempre tienen que ser valientes y sinceros. El amor revolucionario no es como el alimento o el refugio de ustedes, que sólo les brinda confort y satisfacción de las necesidades básicas. Con el amor revolucionario cada uno de ustedes conjuga su trascendencia”.

Los dioses prosiguieron explicándoles que el único riesgo de no comprender el amor revolucionario era la venida de una serie de sentimientos que nada tenían que ver, pero que existía la posibilidad que se vieran llevados por la tentación. La advertencia de los dioses se perdió en medio de la algarabía.

Todos seguían festejando a tal punto que casi no escucharon cuando los dioses dijeron que nada podían hacer más que otorgar la supremacía de la libertad a cada hombre y a cada mujer para que descubrieran y vivieran el amor revolucionario.

Todos, expectantes, esperaban que el amor puro y libre cayera sobre ellos, cual bendición. Pero, mientras ellos esperaban la llegada del amor como un regalo de la tierra madre, los dioses se alejaron para descansar, dado el mucho trabajo que les implicó el nacimiento del amor revolucionario.

En un principio, los seres se miraban unos a otros atentos a su aparición. Mientras corrían los días, las semanas, los seres no entendían por qué el amor revolucionario no se les presentaba como las otras ofrendas de los dioses.

Tras tanta espera,  hombres y mujeres se proveyeron de cientos de litros de alcohol y yerbas para darle rienda libre al festejo.

En medio de tanto festejo, los seres empezaron a relacionarse, a desnudarse para buscar el amor puro y libre. Los efectos del alcohol opacaron la actitud de ellos. Y, de un rato para otro, comenzaron las disputas. Ya nadie tenía presente el mensaje de los dioses. Los seres desesperados por la no llegada del amor revolucionario empezaron a buscar carroña entre ellos. No se sabe si fue sólo el efecto del alcohol o la desesperación por tenerlo ya que hizo que hombres, mujeres y viceversa compitieran para ver quienes iban a disfrutar de la promesa de los dioses.

Tanto tiempo de espera y saltaba a la vista de los dioses que los seres no habían comprendido el lugar del amor revolucionario en el mundo. En medio de su descanso, uno de los dioses propone volver a congregar a los seres humanos para hacerles ver que el amor revolucionario no es una ofrenda, ni una bendición, sino justamente el único motivo para transitar en esta tierra. Entre ellos se generó una gran polémica hasta que el dios mayor hizo saber su sentencia: “Nosotros ya hemos creado y explicado el amor revolucionario y ellos quisieron entrar a ese universo. Ya es hora que los seres humanos se inquieten por descubrirlo. Algunos harán carne nuestro mensaje y su trascendencia girará sólo en la búsqueda incansable del amor revolucionario. Ellos tendrán o buscarán la valentía y autenticidad para hallarse –en un momento- con su amor revolucionario. Otros se verán llevados por las tentaciones de las bebidas, de la carne, de la lujuria y del placer por sí mismo y no podrán caminar hacia el faro del amor revolucionario. Dejemos que cada  uno de ellos elija su camino a seguir”.

Así fue como la humanidad recibió el amor revolucionario. Como los dioses ya habían creado la tierra y les habían dado a cada uno de las distintas ofrendas, los seres humanos creyeron que con el amor revolucionario iba a suceder lo mismo. Pero, con esta creación los mismos dioses habían cambiado las reglas de juego. Claro, que ellos mismos le enumeraron las condiciones para vivir el amor revolucionario y estaba en cada uno de ellos descubrirse como un soldado revolucionario del amor puro y libre.

Cuenta el Subgeneral Siqueiro que así fue como a lo largo de nuestros tiempos siempre nos encontramos con los seres valientes, descarados en búsqueda incansable por el amor revolucionario, mientras que otros tantos sólo se dejan llevar por sentimientos superficiales que nada tienen que ver con el secreto del amor incondicional.

Hasta todos los momentos. 


4 comentarios:

  1. Me gustó la moraleja de la leyenda, o sea, estar atentos al verdadero amor revolucionario y no dejarse llevar por simples enamoramientos que pueden estar disfrazados de amor revolucionario (o algo por el estilo)!

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  2. Camarada Brenda: Es muy linda la moraleja de la leyenda del amor revolucionario que me contó el Subgeneral Siqueiro. Siempre hay que estar atent@, porque el amor revolucionario puede aparecer en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. Hasta todos los momentos.

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  3. Me encantó...gratos recuerdos, y si siempre hay que estar atentos al amor revolucionario...lo superficial no tiene validez ni sustento...!!!

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  4. ¡Gracias! Gratos recuerdos que merecen ser compartidos nuevamente. Y si, siempre hay que estar atento al verdadero amor. Hasta todos los momentos

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L@s camaradas dicen