sábado, 5 de noviembre de 2011

Viceversa


Todas las mañanas los niños van a la escuela. Todas las mañanas salimos a trabajar. Todas las mañanas disfrutamos del desayuno, la comida más importante del día, según especialistas.

Salga el sol o esté nublado siempre vamos para adelante, ya sea por obligación o por inquietud.

Tanta energía gastamos en la rutina. Tanta neurona utilizamos en los pensamientos diarios. Tanta materia gris invertimos en nuestro quehacer diario.

Pero no se llega muy lejos a lo largo del camino de la rutina, signada día a día por nuestras agendas. No se llega muy lejos si no miramos más allá de la cotidianidad.

De todo cuanto ocurre las personas ven la fotografía, no la película.

Por el camino de la rutina sólo llegamos a asumir una actitud realista, despojada de sensaciones y sentimientos nobles. Esa actitud realista se condice con el proceso de la realidad material que transitamos. 

No llegamos al amor por el mapa de la rutina.

Únicamente el amor tiene el poder de exaltarnos. Me parece bueno y justo mantener mi creencia en que el amor encarna todas las cosas. Me parece indicado sentarme en una plaza a tomar mate y respirar mi alrededor, me parece indicado sentarme en un bar a mirar a los cafetineros. Me parece indicado sentarme en el cordón de la vereda de mi casa para pasear con los transeúntes.

Le tengo horror a los sentimientos de vacío, a la mediocridad reinante de nuestra época. Esto es lo que ha generado actitudes ridículas y gestos de egoísmo.

Aunque sea mi última audacia opto por la revolución del amor, la última revolución que nos despabilará del presente materialista y nos proyectará al futuro creactivo y artístico.

Aunque sea mi última audacia opto por guiarme por mi corazón, mi espíritu rebelde para derrocar la frialdad de estos tiempos.

Despabilate de la rutina, dejala a un lado y hagamos juntos la revolución del amor. Esto lo quiero hacer con vos, camarada.

Hasta todos los momentos.

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L@s camaradas dicen