Hoy arranco una semana de estrenos: un cambio
revolucionario, en el cual vengo trabajando hace semanas. Es un cambio para
darle otra manija creativa a mi revolución. Y, cuando el almanaque nos vuelva a
mostrar el domingo, estrenaré mi programa de radio.
Cuando me trazo una meta no paro, soy cabezadura con los
tiempos. Algunas me cuestan, porque no dependen de mí. Otras se aceleran. Siempre depende de la situación.
Y mientras gesto mi cambio revolucionario me detuve a pensar
qué es hoy revolucionario, de qué hablamos cuando creemos ser contestarios.
A mi parecer es más revolucionario un abrazo, unas palabras
de aliento que una crítica, por ejemplo.
Es más revolucionario brindarnos al otro que asistir a la clásica
protesta social.
Es más revolucionario hablar, escuchar al otro que hacer una
donación, al menos anual.
Es más revolucionario un acto creativo que ir a ver una obra
de teatro durante el fin de semana.
Es más revolucionario creer en nuestra libertad –que la
tenemos- en lugar de quejarnos por la falta de tiempo.
Es más contestario bailar en la calle y sonreírle al sol que
las clásicas puteadas por el tránsito.
Es más contestario despegarnos un rato de la rutina que
desobederse el ritmo de la semana.
Es más contestario un pic-nic en el trabajo que asistir a un
coctel.
Es más contestario valorar a quienes tenemos al lado que
cegarnos por la velocidad de estos tiempos.
En esta semana de estrenos estoy convencida que es más
revolucionario un abrazo, un beso.
Estoy convencida que es más revolucionario la creatividad y la
imaginación que la producción continuada, sin miras a un cambio. Es más
revolucionario el amor como última frontera que meros sentimientos temporales.
Sin esos tres ingredientes me habría sido difícil arribar a esta semana de
estrenos.
Hasta todos los momentos.

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