domingo, 16 de octubre de 2011

El atrapador de sueños

Esta mañana el Subgeneral Siqueiro me cuenta una historia distinta, con otros tipos de amores. El Subgeneral cree que es necesario expandir las semillas del amor para que todos nos dejemos llevar por nuestros sueños. Positivo como es me dice que vamos por el buen camino.

Esteban: Ya llegaron varios, mi amor.
Esposa de Esteban: Sí, hay varios en el fondo del restaurante.

Citlali hacía años que no veía a nadie del grupo de la secundaria. De a poco y por los distintos caminos de los cuatro amigos no supo más nada de ellos.

Esteban: ¡Buenas noches a todos! ¡Qué gusto verlo después de tantos años!

Miguel, Claudia y Marisa lo saludaron de la misma manera.

Claudia: ¿Falta Citlali, nada más?
Marisa: Y nada menos. No sabes todas las peripecias que hice para buscar a ese muchachito.  Por suerte la tía de él pudo ubicarlo y él me llamó. Quedó en venir.
Miguel: ¿Qué es de tu vida, Esteban?
Esteban: Increíble, en el trabajo me ascendieron. Es mucha presión, pero no tengo quejas con mi retribución económica. ¿Y vos?
Miguel: Yo bien, nos compramos una casa en barrio norte y ahora no paramos de decorarla. ¿Y tus hijos?
Esteban: Me salieron buenos. Uno estudia medicina y otro abogacía. Fue elección de ellos, pero sabían bien que esas carreras le aseguran el futuro laboral.
Miguel: Claro. Nosotros tratamos de orientarlos en sus caminos, pero no nos entrometemos mucho.  ¿Y tu esposa?
Esteban: Ahí anda, con las cosas de la casa. En la semana nos vemos poco, porque yo estoy a full time en mi cargo. Así que nos llevamos bien, porque no tenemos tiempo para las peleas. Y, aparte, cuando uno anda bien económicamente no hay mayores inconvenientes.

Citlali se perdió en la ciudad, le costaba reconocer el viejo restaurante hasta que pidió ayuda y lo hicieron llegar.

Claudia: ¿Marisa, cuánto más esperaremos?
Marisa: Lo necesario. Citlali me dio su palabra que venía. ¿Quién tiene apuro? ¿Qué nos corre esta noche? ¡Clau, relajate!
Claudia: Ya sé, Marisa. Pero dejé a mis hijos al cuidado de una niñera y todavía no me acostumbro.
Marisa: Repito, relajate y disfruta que para eso organizamos esta cena. ¿O ya te olvidaste?

Mozo: Por acá, señor, es en aquella mesa.

Marisa: ¡Citlali llegaste! ¡Qué increíble después de tanto tiempo! Después de aquella despedida no supe más nada de vos. ¿Ella es tu esposa?
Citlali: Sí, te presento a Eva.
Claudia: Un placer, Eva. Bueno, vamos a sentarnos todos. Hoy es la noche de ponernos al día con nuestras vidas.
Citlali: ¿Es una cena divertida, no? No vaya a ser que hacemos el balance del debe y haber de cada una de nuestras vidas. 
Esteban: ¿Qué es de tu vida, Citlali? Nunca más supe de vos.
Citlalia: Mi vida es plena, llena de momentos de felicidad, de solidaridad, de contacto permanente con la gente. Nada de apuros, nada de presiones. En nuestra vida todo tiene su tiempo y sus procesos.
Esteban: Bueno, es todo lo que nosotros queremos. ¿Pero a qué te dedicas? ¿Dónde vivís?
Citlali: Mi vida es así, no es lo que deseo para mi vida. Hace años atrás me recibí de psicólogo, pero nunca ejercí la profesión. Una noche hablando con Eva le dije que quería vivir de los sueños, de las fuerzas y direcciones de la vida, que quería trabajar con y para la gente. Y Eva me dijo “mañana mismo comenzamos”. Y al  otro día convertimos el garage en una casa, pequeña, pero casa al fin. Y, luego, comencé a recorrer barrios, de distinto nivel económico, escuelas, teatros y todo lo que te imagines promocionándome como “El atrapador de sueños”.
Miguel: ¿De qué hablás? ¿Te dedicás a la asistencia social?
Citlali: ¡No! Me dedico a trabajar con y para la gente. Vienen a verme, me hablan de sus sueños, de lo que quieren en su vida y los ayudo a que pueda hacerlo realidad.
Marisa: ¿Y cómo haces?
Citlali: Primero, los escucho, los conozco, jugamos y hacemos otras actividades para descubrirnos. Y, a la vez, hago un intercambio al contarles cómo comencé yo a realizar mis sueños. Es una manera de bajar el grado de imposibilidad a lo que realmente cada uno quiere hacer.
Esteban: ¿Y eso te deja plata?
Citlali: Para mí la plata no tiene más funcionalidad que la de darle de comer a mi familia y que vivamos bien. Pero no nos interesan los lujos, ni la acumulación de ganancia. Con Eva nos dimos cuenta que la concreción de nuestros sueños no depende de la plata, sino de otros factores.
Esteban: Bueno, pero si te queres ir de viaje lo que cuenta es la plata.
Citlali: Te equivocas. Con Eva estuvimos tres años viajando por toda América Latina y no necesitamos mucha plata. Contamos con la ayuda de la gente, acostumbrarnos a cada país y descubrir qué era lo que podíamos hacer. Y nuestros tres años de viaje no dependió de nuestra situación económica.
Miguel: ¿Y cómo hicieron?
Citlali: Fuimos estudiando cada país, qué podíamos hacer. Eso fue algo que se dio. La única decisión fue irnos de viaje y dejar atrás el cajoncito de las seguridades.
Claudia: ¿Cajoncito de las seguridades?
Citlali: Si quieren les cuento un poco más acerca de mi oficio.
Marisa: Si, contános.
Citlali: Uno vive de sueños, siempre sueña. Esa capacidad de soñar muy raras veces se pierde, salvo que la persona sea netamente materialista. El luchar por nuestros sueños no es difícil, es mucho más fácil de lo que ustedes se imaginan. Por eso, en el primer paso hace falta un empujón, una palabra de aliento o tener una visualización esperanzadora. Es sacudirse de todos los miedos que nos rodean. Esto no quiere decir que vayan a desaparecer, sino justamente aprender a convivir con ellos. La persona que espera que los miedos desaparezca no sabe de qué trata la vida. Además también tenemos que despojarnos del cajoncito de las seguridades, entiéndase, tu casa propia, tu trabajo, tu rutina, tu familia, tus amigos. Aunque no seamos conscientes, todo eso nos brinda seguridad, tranquilidad. Pero para seguir un sueño tenemos que dar vuelta la hoja y enfrentarnos a esa hoja en blanco con mucho por escribir.
Esteban: Si suena muy lindo y hasta te diría muy hippie. ¿Pero de qué vivís? ¿Cómo mantenés a tu familia?
Citlali: No se trata de ser hippie o no. Estás confundiendo los tantos. Y mientras realizas tu sueño se come, se trabaja y se mantiene a la familia también. Una cosa no quita la otra. Pero la diferencia es que estás haciendo lo que realmente queres y el resto se va acomodando a tu realidad.
Esteban: No entiendo cómo pudiste hacerlo. Yo con mis hijos, mi esposa, la hipoteca de la casa no podría, aunque es lo que más quisiera.
Citlali: Esteban, en todo caso, tiene que ver con las elecciones de vida. Ninguna es juzgable. Lo único que yo decidí dedicarme a atrapar sueños, los míos y los de otros. 
Claudia: Me es difícil procesar toda esta información de una, pero me interesa. Continúa.
Citlali: En el sistema dominante la plusvalía es para los dueños, los ricos, o sea, la clase dominante. Y no me va manejarme en esos términos, si bien no puedo escapar de la realidad. Aprendí también a convivir con la dominación.  ¿Cómo? Al ser atrapador de sueños ves otra cara de la realidad, te encontrás con gente que sueña, te sentís útil al ayudarlos a que se jueguen, a que vayan tras sus ideales, amores o lo que ellos hayan elegido.
Miguel: Ahora entiendo por qué no te volvimos a ver.
Citlali: Es que estábamos en direcciones distintas. También al conocer a Eva fue mágico y ella más que mi esposa es mi compañera de viaje. Y no te creas que no se puede hacer todo. En medio de nuestro sueño tuvimos a nuestros dos hijos.
Esteban: Para mí es difícil entender que hay otra realidad. Acá, en Argentina, pasamos crisis, devaluaciones y es escasa la posibilidad de progreso. Va y viene un gobierno y el otro. Pero nosotros seguimos acá, buscando esa posibilidad.
Citlali: Ahí está el tema también. El cumplir mi sueño no estuvo sujeto más que a mi valentía. Hay momentos que tengo plata, hay otros momentos que no. Pero también está la gente, la que te ayuda, en la que nos apoyamos mutuamente. Si hay algo que nunca nos pasó fue quedarnos sin comida, por ejemplo. A veces, la compramos directamente nosotros. Y otras veces, cuando la gente no puede pagarme con dinero, me deja la heladera llena con su comida casera.
Miguel: No todo el mundo puede hacer eso.
Citlali: Claro. Tiene que ver con la elección y en la cima que quieras pararte en esta vida. Con Eva elegimos la cima de los sueños.

Y así charlaron hasta entrada la madrugada, me cuenta el Subgeneral Siqueiro. Eran cinco amigos, totalmente distintos, con sus miradas diferentes. Pero ahí estaba Citlali contándole de su oficio de atrapador de sueños, de su vocación por descubrir y seguir los sueños, ya sean los de él o lo de la gente que se le acercaba. 


Hasta todos los momentos.


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