domingo, 11 de septiembre de 2011

Un parque, una historia


El Subgeneral Siqueiro me cuenta que los lugares no existen sin nuestra memoria, nuestras particulares miradas, ni nuestras historias de vida. Y, así, como todos los domingos, me cuenta una historia de amor revolucionario. Esta vez la locación es el Parque Lezama.

El Subgeneral me adelanta que no hará referencia a los inolvidables protagonistas de “Sobre héroes y tumbas”, ya que también se conocieron en ese parque, según la pluma de Ernesto Sábato. 


Esta vez la historia es la de Colombina y el Polaco.

El Polaco es uno de los artistas de ese parque. Todas las tardes de los sábados y domingos arma su puesto callejero a la espera de una gran concurrencia de público. Muchos alaban sus pinturas. Cuentan los vecinos que el Polaco hace de ese parque su lugar en el mundo. Él no siente su trabajo como un trabajo más. En cada dibujo, en cada grabado deja algo de su espíritu artista para el deleite de los otros.

Y Colombina es una estudiante de cine, que delira con su primer cortometraje. Nada lejos está de su sueño. Pero, no tiene que ver con los puestos de artesanos del Parque Lezama. Su única relación con el parque es la belleza, la magia y la inspiración que le provoca.

El Polaco y Colombina no se conocían. 


Era un hábito para ella estudiar en el Británico. De esa manera, se sentía dueña del parque. Pero, una tarde, el Polaco la distrajo de semejante ilusión.

Polaco: ¿Me puedo sentar con vos?
Colombina: No tengo problema, pero estoy leyendo.
P: Está bien, yo tengo que pintar.
C: ¿De dónde sos?
P: Del sur de la provincia. ¿Y vos?
C: De la Capital.


Media hora después.

P: ¿Bonita tarde, no?
C: Sí.
P: ¿Qué te parece si interrumpís un rato tu estudio y aceptas una cita conmigo, enfrente?
C: ¿En el parque?
P: Si, es mi lugar preferido. Y si me queres conocer qué mejor que empezar por ahí.
C: Bueno, pero a la  noche entro a cursar.
P: ¿Vamos?
C: Sí.

Pagaron la cuenta y los dos cruzaron la calle con sus miradas sobre el Parque Lezama.

P: Te invito a mi banco.
C: ¿Así? ¿Tuyo? ¿Y dónde dice?
P: Acá –y señaló hacia abajo el banco-. ¿Y tu banco cuál es?
C: Mmm, no tengo.
P: ¿Y cuando nos veamos la próxima vez cómo me vas a invitar a sentarme en tu banco?
C: Bueno, es éste –señalando el banco de al lado-
P: Será fácil de recordar.

Así se pasaron toda la tardecita de un lunes. Rieron, cantaron y hasta jugaron a las escondidas.

C: Sos muy divertido, aunque tu apariencia es de un chico, cómo decirlo, serio.
P: De vez en cuando necesito una copa de vino para soltarme a hablar.
C: ¿Y, esta vez, el vino lo cambiaste por una cerveza?
P: Claro, era muy temprano para una copa.
C: Me tengo que ir a la facultad.
P: ¿Me dejás tu número de celular?
C: Claro, anotá. 
P: Te mando un mensaje para que te quede mi número.

Antes de irse, el Polaco le corrió el cabello de los ojos y con su mirada recorrió sus mejillas hasta besarla.

En viaje a su casa, Colombina perdió el celular en el colectivo. Y, cuando el Polaco guardaba sus pinturas, unos ladrones le robaron su morral.

Esa tardecita, Colombina y el Polaco se habían despedido -recuerda el Subgeneral Siqueiro- sin saber que sus números respectivos quedaban en un celular robado y en otro perdido. 

Hasta todos los momentos. 



4 comentarios:

  1. Odio los finales abiertos o tristes, odio que las historias no cierren, para mi todas las piezas tienen que encajar como en el Tetris sino no tiene sentido.
    De todas maneras tu cuento fue bonito, al pedo pero bonito, y haciendo una crítica constructiva deberías escribir historias un poco más positivas, revolucionarias como tu causa porque teniendo entre tus lectores algunos escépticos del amor, tus cuentos no hacen más que confirmar lo que piensan.
    Hasta todos los momentos Renata!

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  2. Camarada Brendita: ¡Qué lunes qué tenemos! Acepto tu opinión y la tomo en cuenta. Me gusta que comenten libremente. Pero, hay algo que tendría que saber: los finales abiertos nos permiten imaginar y recrear un buen rato. En cada cuento la idea del Subgeneral es dejarme jugar con las palabras y fluir en cada una de ellas.
    Hasta todos los momentos.

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  3. Estimada Renata, lo de mi comentario no fue porque era lunes sino porque es algo que siempre te digo, y bien sabés que no me gustan los finales abiertos ni en los libros, ni en las películas, ni en la vida misma, para mi todo tiene que tener un principio, un medio (o como quiera que se llame)y un final que cierre la historia.
    Y bue, me gustan los finales felices, los otros no los entiendo!
    Hasta todos los momentos!!!

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  4. Camarada Brendita: ¡Entiendo tu reclamo! Y lo sé desde hace rato. Prometo que lo tomaré en cuenta. Pero, bueno, vos bien sabes que cada una de las historias, con finales abiertos, justamente es para que cada uno de ustedes deje volar la imaginación revolucionariamente.
    Ya habrá también de esos cuentos estructurados que tanto te gustan.
    Hasta todos los momentos.

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L@s camaradas dicen