El
Subgeneral Siqueiro me cuenta que las familias Long, Vedas y Furlo se habían
reunido para festejar juntos la Navidad.
Con la
caída del sol, uno a uno, con sus familias, fueron arribando a aquella cena.
Traían comida, dulces, pasteles y guardaban los regalos en la casa de la
anfitriona, Eva Long.
Para
contextualizarme, el Subgeneral me cuenta que en la cena navideña estaban los
mellizos Long, Arturo y Roberta; Los Vedas con Lautara y Ovidio y de parte de
los Furlo estaban Victoria, Juana, James y Valentino.
En medio de
tanta algarabía, pasaban platos y platos para probar los manjares de Nochebuena.
En un rincón de la larga mesa estaban los chicos. Era casi imposible que los ocho se quedaran quietos, debido a las costumbres adolescentes.
Y del otro lado estaban los adultos, entretenidos en sus charlas y planes
acerca del destino de sus próximas vacaciones de verano.
- ¿A qué
jugamos? Estoy aburrida- dijo Victoria al resto de sus compañeros.
- ¿Ju…gar?
¿A qué quieres jugar?- le preguntó Juana.
- ¿Un
partido de fútbol?- le respondió Arturo.
- No,
nosotras no queremos jugar al fútbol- disparó, sin pelos en la lengua, Juana.
- Ustedes
hagan otra cosa- le dijo Valentino.
- No entendés
nada. Estamos en Navidad y tenemos que jugar todos juntos- le explicó Roberta.
- ¡Quiero
hacer algo! Me aburro- reiteró Victoria.
Ovidio hizo
una mueca. También estaba aburrido. Y faltaba mucho para la llegada de la
medianoche.
- ¿Cómo
qué?- volvió a preguntar Juana.
Todos los
chicos parecían dispuestos a jugar algo, salvo James y Lautara, que estaban
entretenidos teatralizando una novela de ficción.
- ¿Verdad o
consecuencia, como el año pasado?- dijo Victoria.
- Esta vez
no- afirmó Juana, que recordaba que el año pasado Arturo expresaba su amor a
una chica de la escuela. –Eh, no, no. Juguemos al truco-
A Juana,
Victoria, Ovidio y Valentino se les iluminó la cara, pero el resto no quería
saber nada con ese juego.
- ¿La
casita robada?- tomó la posta Valentino.
- Conmigo
no cuenten y no creo que ellos (la pareja James y Lautara) vayan a jugar- dijo
Ovidio.
- ¿La
mancha venenosa?- insistió Valentino.
- Ya
estamos grandes para ese juego, no te parece?- le replicó Victoria.
Mientras
todos discutían a qué jugar, James y Lautara parecían estar en otro planeta. Ellos
simulaban el viaje que les proponía el libro de Julio Verne, “Cinco semanas en
globo”. Ellos se habían lanzado a la
aventura de un arriesgado viaje en globo para atravesar África, de este a
oeste. Ninguno de los otros chicos decía nada acerca de ellos, aunque todos
creían que ellos estaban saliendo. Mientras pensaban en qué jugar curioseaban a
ver cuándo James le daba un beso a Lautara.
- ¡Ya sé!
¿Jugamos a la botellita?- así Victoria lanzó un juego que todos habían pensado,
pero nadie se animó a decir.
Ovidio la
miró mal, como si hubiera dicho lo que él no quería.
- Estoy de
acuerdo- le dijo Juana, concentrada en la diversión de ese juego.
- Claro,
vos queres un beso de Arturo- le dijo su hermano Valentino.
- No es
cierto-
Pero, era
cierto que Juana soñaba con un beso de Arturo, desde el año pasado.
- ¿A qué
van a jugar?- preguntó James.
- Al juego
de la botellita- le respondió Victoria.
- ¡Qué
lindo juego!- dijo mirando a Lautara.
Lautara, al
sentirse acalorada, bajó la mirada.
- Votemos-
propuso Victoria.
Todas las
manos se levantaron, excepto la de Ovidio.
- ¿En serio
vamos a jugar a la botellita?- repreguntó Ovidio.
- Claro.
¿Por qué no?- preguntó Juana con una mueca.
- Me sumo- respondió resignadamente Ovidio. Y Victoria
le dio un beso en la mejilla, mientras nadie los miraba.
-
¡Comienzo!- gritó Victoria al ganarle de manos a todos.
Giró la botella y fue a parar a Ovidio. El
muchacho, con las mejillas coloradas, recibió el beso de Victoria. ¡Después de
un año le había dado su primer beso! Ella se quedó sentada al lado de él, que apenas
podía verle sus ojos escondidos detrás de su pelo lacio pelirrojo.
- ¡Es mi
turno!- reclamó Arturo. Antes de hacer rotar la botella miró a Juana.
- ¿No
querrás hacer eso, Artu?- Valentino lo miro maliciosamente.
Juana se
puso colorada, pero más que de timidez, de furia con su hermano.
La botella
giró y apuntó a Juana. El aire parecía entre cortado. Arturo se acercó y tan
sólo la miró antes de besarla.
- ¡Tenemos
una nueva pareja!- festejó Victoria.
Arturo y
Juana le clavaron su mirada, mientras por detrás de sus espaldas se tomaron de
las manos.
- Es el
turno de Valentino- guió Victoria, como para salir del paso.
Giró la
botella hasta tener a Roberta como destinataria. Muy pocos sabían que ellos se
gustaban hace tiempo, pero que sólo eran amigos y por miedo a perder esa
relación no daban otro paso. Y así, con la ayuda de la botellita, Valentino se
animó a besarla.
- Ahora me
toca a mí- reclamó James. Y Arturo le concedió el poder de la botellita.
La
botellita frenó en Lautara. Todos creían que ya se habían dado un beso, así que
no había mayor expectativa en esta ronda.
James se
colocó frente a Lautara. Lautara le sonrió. Y James le dijo: “Te quiero,
Lautara” y así se correspondieron en su primer beso.
- Ahora yo-
pidió Lautara.
El resto de
los chicos, boquiabiertos todos, se quedaron en silencio.
Con sus
manos tomó la botellita, la hizo girar, con una táctica especial, y apuntó a
James.
- James, te
quiero- y así fue su segundo beso.
El final
del juego los sorprendió con la llegada de la medianoche navideña.
El
Subgeneral Siqueiro me cuenta que desde la Navidad de 1984 festejan todos
juntos. Sin querer queriendo, el juego de las botellitas había deparado la
llegada del amor para Arturo y Juana; Valentino y Roberta; Ovidio y Victoria y,
por último, James y Lautara.
El
Subgeneral me dice que las navidades parecían ser las mismas, pero esta vez sus
hijos tomaban el arriesgado viaje del juego de la botellita.
Hasta todos los momentos.
Renata, es hermoso despertar los domingos de la mano de los cuentos del Subgeneral Siquiero.
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