Coordenadas:
30° 53´ 21”
latitud norte, calle de tierra, al fondo, a la izquierda.
Logística:
un casco, los lentes, las flores y mi dos secuaces.
Misión:
tomar la yerbatera y empezar la revolución.
Llegada: 30° de calor. Renata vestida con calzas térmicas y botas.
Estado de
situación: desde un principio: sofocón revolucionario, con altas cuotas de
deshidratación.
Metodología:
renatista, con tintes yerbateros.
Primera
fase. Entrada equivocada: no era el establecimiento “Las Martas”, era “Las
Mirtas”. Pero, tenía unas flores muy lindas, entonces, lo documenté.
Segunda
fase. Lugar acertado: establecimiento “Las Martas”. Primera parada, el señor de
seguridad. Tras varios intentos de no dejarme pasar logré saltar la barrera. Y
ahí me encaminé derechito a la oficina de relaciones públicas para asaltarla
como cuartel revolucionario.
Tercera
fase. Interrupción del envasado yerbatero, que provocó un revuelo productivo. Y
así encaré la situación: “Señores yerbateros: desde el centro-este del país les
vengo a traer en vivo y en directo la palabra renatista. Esta revolución es por
el bienestar no sólo de ustedes, sino de la humanidad entera. El mate, como
ustedes bien saben, es el símbolo del amor revolucionario, es la máxima
expresión del compartir entre las personas, ustedes conmigo, ustedes entre
ustedes, vos y yo, ella y él, él y el y el, ella y ella, ellos con ellas y
ellas con ellos. Recién vengo de reunirme con su intendente, quien no ha
comprendido ni uno de los postulados del amor revolucionario, razón por la cual
en el día de hoy tomo revolucionariamente el establecimiento yerbatero. Quien
quiera seguirme será bienvenido a la logia renatista.”
Cuarta
fase. Toma del vivero. Una revolución tiene que comenzar por el origen. Y hacia
allí fui, a la toma de los plantines yerbateros. Como podrán apreciar he tomado
uno por uno. Mis secuaces traían consigo el brebaje revolucionario, así que
clandestinamente le echamos unas gotitas a cada plantin.
Quinta
fase. Secadero. Me puse el casco y me encaminé hacia el secadero yerbatero.
Terreno ríspido, si los hay. Con la protección de mis secuaces, también
encascadas, asalté tres camiones con hojitas de yerba.
Sexta fase.
Laguna con los carpinchos. Ahí descendí a la laguna y poder presenciar la
copulación carpinchera, único rastro de amor revolucionario. Entiéndase, dos
carpinchos haciendo el amor, nada de relación light, ni de relación mandando.
Un carpincho, con sus hechos, me demostró que en su comunidad viven acorde con
los términos del amor revolucionario. Ahí convoqué de nuevo a los martitos para
que vean con sus propios ojos que si los carpinchos pueden, ellos también.
Todos se quedaron boquiabiertos. Y les dije: “camaradas martitos, el amor revolucionario
no distingue raza, religión, edad, sexo y escala social. Ustedes mismos,
durante muchos años, han convivido con el amor revolución a la vuelta de la
esquina. Pero, sin embargo, tenían los ojos vendados respecto del mismo. Miren
a ellos, los carpinchos, en su comunidad, cerca de la laguna, felizmente
viviendo y profesando la sinceridad y libertad del amor revolucionario. A
partir de hoy quiero decirles que los carpinchos tienen que ser su ejemplo de
vida.”
Séptima
fase. Difundida la palabra y efectuada la toma del establecimiento yerbatero
los martitos como gesto de agradecimiento y conmovidos ante su nueva realidad
me regalaron tres paquetitos de yerba y 20 saquitos de té.
Esta noche,
a horas de mi cumple-revolucionario estoy feliz de haber propagado aún más mi
revolución por el amor revolucionario. Ah, me olvidaba: ¡Aguanten los
carpinchos!
Hasta todos
los momentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
L@s camaradas dicen