viernes, 2 de septiembre de 2011

GiraRena: la toma yerbatera


 Objetivo de la misión: toma del establecimiento yerbatero “Las martas”.

Coordenadas: 30° 53´ 21” latitud norte, calle de tierra, al fondo, a la izquierda.

Logística: un casco, los lentes, las flores y mi dos secuaces.

Misión: tomar la yerbatera y empezar la revolución.

Llegada: 30° de calor. Renata vestida con calzas térmicas y botas.

Estado de situación: desde un principio: sofocón revolucionario, con altas cuotas de deshidratación.

Metodología: renatista, con tintes yerbateros.

Primera fase. Entrada equivocada: no era el establecimiento “Las Martas”, era “Las Mirtas”. Pero, tenía unas flores muy lindas, entonces, lo documenté.

Segunda fase. Lugar acertado: establecimiento “Las Martas”. Primera parada, el señor de seguridad. Tras varios intentos de no dejarme pasar logré saltar la barrera. Y ahí me encaminé derechito a la oficina de relaciones públicas para asaltarla como cuartel revolucionario.

Tercera fase. Interrupción del envasado yerbatero, que provocó un revuelo productivo. Y así encaré la situación: “Señores yerbateros: desde el centro-este del país les vengo a traer en vivo y en directo la palabra renatista. Esta revolución es por el bienestar no sólo de ustedes, sino de la humanidad entera. El mate, como ustedes bien saben, es el símbolo del amor revolucionario, es la máxima expresión del compartir entre las personas, ustedes conmigo, ustedes entre ustedes, vos y yo, ella y él, él y el y el, ella y ella, ellos con ellas y ellas con ellos. Recién vengo de reunirme con su intendente, quien no ha comprendido ni uno de los postulados del amor revolucionario, razón por la cual en el día de hoy tomo revolucionariamente el establecimiento yerbatero. Quien quiera seguirme será bienvenido a la logia renatista.”

Cuarta fase. Toma del vivero. Una revolución tiene que comenzar por el origen. Y hacia allí fui, a la toma de los plantines yerbateros. Como podrán apreciar he tomado uno por uno. Mis secuaces traían consigo el brebaje revolucionario, así que clandestinamente le echamos unas gotitas a cada plantin.

Quinta fase. Secadero. Me puse el casco y me encaminé hacia el secadero yerbatero. Terreno ríspido, si los hay. Con la protección de mis secuaces, también encascadas, asalté tres camiones con hojitas de yerba.

Sexta fase. Laguna con los carpinchos. Ahí descendí a la laguna y poder presenciar la copulación carpinchera, único rastro de amor revolucionario. Entiéndase, dos carpinchos haciendo el amor, nada de relación light, ni de relación mandando. Un carpincho, con sus hechos, me demostró que en su comunidad viven acorde con los términos del amor revolucionario. Ahí convoqué de nuevo a los martitos para que vean con sus propios ojos que si los carpinchos pueden, ellos también. Todos se quedaron boquiabiertos. Y les dije: “camaradas martitos, el amor revolucionario no distingue raza, religión, edad, sexo y escala social. Ustedes mismos, durante muchos años, han convivido con el amor revolución a la vuelta de la esquina. Pero, sin embargo, tenían los ojos vendados respecto del mismo. Miren a ellos, los carpinchos, en su comunidad, cerca de la laguna, felizmente viviendo y profesando la sinceridad y libertad del amor revolucionario. A partir de hoy quiero decirles que los carpinchos tienen que ser su ejemplo de vida.”

Séptima fase. Difundida la palabra y efectuada la toma del establecimiento yerbatero los martitos como gesto de agradecimiento y conmovidos ante su nueva realidad me regalaron tres paquetitos de yerba y 20 saquitos de té.

Esta noche, a horas de mi cumple-revolucionario estoy feliz de haber propagado aún más mi revolución por el amor revolucionario. Ah, me olvidaba: ¡Aguanten los carpinchos!

Hasta todos los momentos.


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