Si, no y viceversa

No me molesta el ruido a mi alrededor. No me molesta el caos del tránsito. No me molesta la locura porteña. No me molesta dormir poco. No me molesta la preocupación de mis amig@s, ni los llamados constantes para saber cómo estoy y por dónde ando, física y mentalmente. No me molesta empezar una y otra vez en el amor revolucionario. No me molestan los errores, ni los míos, ni de los demás. No me molesta mi heladera vacía. No me molesta mi cocina con no olor a comida. No me molesta terminar mi licenciatura.

Sí me molesta la mediocridad. Me molestan los grises, los ni. Me molesta que el día sólo tenga 24 horas, cuando yo quiero hacer más cosas creativas. Me molesta estar sentada tres horas en una clase, mientras mi cerebro viaja por mis recónditos más insólitos. Me molesta el estancamiento, el famoso stand-by, simplemente, porque el botón “pausa” no funciona conmigo. Me molesta mi aburrimiento constante. Me molesta la tranquilidad.

Epa, epa, no me entiendan mal.

No sé si me van a entender, pero, bueno, no paro un segundo. No me van los tiempos de relajación, ni del “omm”. Prefiero mil veces darle a una bolsa de boxeo que a cruzarme de piernas sólo para meditar. No mames. Hay mucha más diversión para cruzar las piernas. Eso es indiscutible. Me molesta el destino. Me molesta eso de que mi vida sea como una tirada de dados, librada al azar o a la suerte. No mames. Me molesta el azar y la suerte. Me molesta tener que hacer siempre algo, porque sino el aburrimiento es un momento atroz en mi vida. Mira, que tengo historia en lidiar con chicos, pero, la verdad, prefiero mil veces lidiar con un chico que tener que librar una batalla con mi aburrimiento innato.

Epa, epa, no me entiendas mal.

Para nada tengo una vida aburrida. Pero, la verdad, siempre tengo que hacer algo nuevo, inventarme algo, porque sino me aburro. Pues ni se te ocurra decir: ¡Qué tremenda o brava es Renata!

En fin, este el resumen de lo que no y si me molesta.

Hasta todos los momentos.