Entre nos, son días extraños, en términos cósmicos. No hay una sola causa, ni una sola persona que tenga que ver con mi piquete energético. Es una serie de causalidades y casuísticas.
Estoy convencida que siempre lucharé por el amor revolucionario. Pero, estos días son contradictorios. No soy una chica que comulgue con las contradicciones. No creo en los grises. Ya sé que ir de un extremo al otro no es bueno o, al menos, tratan de hacerme razonar en este tópico. A veces, sale. Otras veces, no. Y acá ando, llena de dudas, de por qué y para qué el amor revolucionario. Siempre tengo respuestas. Pero, estos días son contradictoriamente dubitativos. Y, llegó la hora que asuma –por un rato- mi realidad.
No es fácil conjugar el amor revolucionario en la cotidianeidad.
Por estos motivos, he decidido atrincherarme por el amor revolucionario. El atrincheramiento no es sinónimo de aislamiento y desconexión. Justamente, lo contrario.
Me atrinchero por el amor revolucionario.
Me atrinchero, porque nunca perderé la valentía de jugarme por el amor revolucionario.
Me atrinchero, porque de todo tengo que aprender, incluida mi historia revolucionaria.
Me atrinchero, porque asumo riesgos, sin importar el muro que me tope.
Me atrinchero para gritar a los cuatro vientos que jamás dejaré de ser una soldada revolucionaria.
Me atrinchero, porque creo en el amor revolucionario, aunque a veces no lo entienda o me ponga en jaque mate.
Me atrinchero, porque el amor revolucionario es el motor de mi existencia, más allá de los embates.
Me atrinchero, porque el amor revolucionario es la causa que hoy esté escribiendo.
Me atrinchero, porque el amor revolucionario nunca tiene que dejar de ser mi sur.
Hasta todos los momentos.
Nadie dijo que era fácil el amor revolucionario Renata, vos más que nadie deberías saberlo. Pero bueno, a salir del atrincheramiento, ponerle onda, vermouth con papas fritas y good show!!!
ResponderEliminar