domingo, 14 de agosto de 2011

EƱE, el juego del amor

Hoy el Subgeneral Siqueiro me cuenta la historia de Eva y Ernesto, en el Buenos Aires del 1900.

La pulpería, el almacén de ramos generales y el salón de juegos eran los principales ámbitos de sociabilidad de los pobladores. Por aquellos lugares siempre circulaban hombres y mujeres.

El salón de juegos era el centro de diversión y dispersión por excelencia. El Subgeneral Siqueiro me cuenta que los hombres entraban por la puerta grande y las mujeres solían escabullirse por los rincones para sentarse a jugar con ellos.

Por lo general, el juego de la Oca era el favorito de las jóvenes y el TEG de los jóvenes.

En aquellos tiempos, de revoluciones, dependencias e independencias, cualquier joven soñaba en convertirse en un conquistador de los ideales de la igualdad, libertad y fraternidad.

Desde hacía unos años Eva miraba a Ernesto y viceversa. Ella concentrada en su juego, angustiada cuando retrocedía casilleros y ansiosa cuando avanzaba tres más, como si ese juego fuera el reflejo de sus primeros pasos en el amor. Ernesto, en cambio, se mostraba sereno, equidistante, a la hora de ejecutar cada una de sus tácticas y estrategias en sus partidas.

La familia de Eva ya la había ofrecido en nupcias a Mario, un joven de la alta alcurnia, en acuerdo entre ambas familias.

Eva se veía a escondidas con Ernesto. Él intentaba que Eva mantuviera la calma, pero no había manera. Una noche, en su cita clandestina, Ernesto le propone un plan de escape.

Ernesto: Escuchame bien, Eva, cuando yo esté jugando y diga “conquisté Java” te levantarás de la mesa y te irás por la puerta trasera, aludiendo que vas al baño. Y ahí me esperás, me esperás todo el tiempo necesario.
Eva: Está bien, te haré caso.

Llegó el día de la fuga. Eva jugaba inquietamente al juego de la Oca, retrocedía sin parar y eso la ponía más nerviosa. Buscaba todo el tiempo la mirada de Ernesto, quien se mantenía atento a su juego. Ni siquiera la miraba. Y eso hizo entrar a Eva en un estado de desesperación.

Ella sabía que tenía que esperar que Ernesto conquiste Java, pero no aguantó. Se levantó de la mesa rumbo a la puerta trasera. Mientras Ernesto iba sumando países para arribar a Java, Eva ya había desaparecido de la escena. Ernesto no entendía si le había pasado algo o si, simplemente, se había arrepentido en la jugada por su amor revolucionario. Le quedaban tres fichas y estaba a centímetros de ser el gran conquistador de Java.

Ante semejante panorama, Ernesto simuló descomponerse y se disculpó ante sus compañeros por retirarse del juego.

Nadie sospechaba nada. Ellos supieron mantener su romance en el más absoluto de los anonimatos.

Mientras Eva jugaba con sus pies sobre el pasto, como si estuviera retrocediendo y avanzando imparablemente los casilleros del juego de la Oca apareció Ernesto. “Elegí no ser el conquistador de Java por estar con vos”, le dijo Ernesto a Eva, en medio de la oscuridad de la noche.

La tomo de la mano, se alejaron en silencio rumbo al puerto para escapar.

El Subgeneral Siquiero me cuenta que entre horas y horas de Juegos de la Oca y del TEG, Ernesto y Eva hicieron de Uruguay el lugar predilecto para vivir su amor revolucionario. Durante años y años, Eva entendió que el amor revolucionario no trata de avanzar y retroceder casilleros, cual Juego de la Oca. Y Ernesto siempre supo que la mejor estrategia es dictaminada por el ritmo del corazón.

Hasta todos los momentos.



6 comentarios:

  1. Despacito despacito avanza casilleritos ... esas palabras me suenan bastante desde hace unos días. Casualidad o causalidad?

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  2. Camarada Brenda: Me suena eso de despacito avanza casilleritos... Por más que me pese, no creo en las casualidades...
    Hasta todos los momentos

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  3. Suena suena y suena, seguirá sonando?

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  4. Camarda Brenda: Veremos, veremos, después lo sabremos.
    Hasta todos los momentos.

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  5. Es verdad, por lo pronto esta semana fue de avance de casilleros en el juego de la oca, me equivoco?

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  6. Camarada Brenda: creo que no es un error, pero, no estoy en condiciones de afirmarlo taxativamente.
    Hasta todos los momentos.

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L@s camaradas dicen