Nosotros somos nuestro tema favorito. Disfruto de las charlas, mientras nos escucho.
Se me cruza por la mente “estoy seduciéndote”, mientras aclaramos –al menos yo- tan resueltos que todo quede librado al destino. (Nota de la autora: gran, gran contradicción renatista, ergo, tema para mi diván).
Incrementamos cifras que sólo nosotros entendemos. El trovador va por 60 mil millones y yo ya ni sé cuánto. Somos pata y pato: si no la gano la empato.
Con el trovador hay días que busco peleas, días que me levanto pícara, días que me amedrenta con provocaciones.
El trovador siempre con su guitarra a cuesta y yo con mi oratoria bajo la manga.
Dígame lo que sea. ¿Pero, sabe qué? Renata nunca se declara vencida, menos que menos resignada.
En eso de la materia de peleas, provocaciones y por qué no histeriqueos, en el buen sentido de la palabra, ya voy por la segunda graduación.
Un trovador siempre busca respuestas pícaras y traviesas y así me gusta jugar. Claro, pero al trovador no le gusta perder ni en el juego de la bolita. ¡Pobre trovador! ¡No sabe en el lío qué se metió! ¿Se habrá percatado que en el round lingüístico no me quedo atrás?
El trovador se piensa que como es más grande que yo corre con ventaja. Y no es así. No tiene que ver con años, ni experiencia, simplemente, es la actitud. Y el trovador bien debería saber qué tengo una actitud rebelde, proveniente de alguna partícula tana de mi ADN.
Trovador, dígame o pídame lo que sea, pero nunca que me quede en el molde.
Trovador, conmigo sólo le queda la resignación.
Hasta todos los momentos.
Híjole, que nota extraña. Mis opiniones al respecto ya te las hice saber por mail. Será que tengo razón y está todo en manos del destino?
ResponderEliminarCamarada Brenda: Y dale con el destino, ocupa el lugar número uno del ranking de mis molestias. He recibido el mail con los pertinentes comentarios. Hasta todos los momentos.
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