Hoy viajo a Francia de 1956 para recuperar un poco más de
esperanza. Si bien está presente en mi vida, a veces, se torna grisácea y otras
veces bien colorida.
Realizada con una sencillez sublime, el director Albert
Lamorisse consigue una película única que es mucho más que la infancia de un
niño en las calles de París. Es una película culto a la esperanza, que siempre
nos acompaña, como el mismo amor.
Un niño se encuentra con un globo rojo. Un globo rojo se
encuentra con un niño. La amistad de los dos nos muestra la libertad y el acto
de elegir. Si bien ambos son amigos inseparables, el globo no quiere ir de la
mano del niño, porque prefiere acompañarlo a la escuela, a tomar el tren, a
caminar por las calles parisinas.
Un París gris simboliza la codicia, el egoísmo y la envidia
de los hombres. El niño y su globo nos rescatan de tanto hastío.
Y veo en ese globo mi esperanza, mi deseo de amor. El niño y
el globo son como el amor, que aunque a veces no lo queramos o rechacemos el
amor, siempre nos acompaña. El amor no me escapa, ni te escapa, no nos escapa.
Somos nosotros los que huimos del amor, ya sea por miedos, prejuicios o cuántos
motivos más.
Pienso si el
niño solitario encontró el globo rojo o si fue al revés. ¿Quién encontró a
quién? Y así ese globo rojo me da una bocanada de esperanza que necesito de vez
en cuando. De saber que mi amor verdadero es como ese globo rojo, que eligió estar
acompañado en su andar.
Para que vueles con el globo rojo te dejo el link del mediometraje: https://www.youtube.com/watch?v=sH0l4uqienk
Hasta todos los momentos

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