Cuando las cosas no funcionan lo primero que hacemos es
reaccionar. Reaccionamos con todas las emociones y los sentimientos a flor de
piel: enojo, bronca, despecho, etcétera. Ni siquieramos no detenemos un segundo
para ver por qué y para qué esas cosas no funcionan para nosotros. Y, claro,
cuando hablo de cosas me refiero a situaciones, objetos, personas, relaciones.
Digamos que utilizo ese genérico para que nada, ni ningún aspecto de nuestras
vidas quede afuera. 
Y así vamos, enojados, embroncados, quejosos y con el
entrecejo agrandado porque las cosas no funcionan. 
¿Y si un día hiciéramos un ejercicio diferente? No
enojarnos, ni  embroncarnos. Simplemente,
despedir a lo que no funciona en nuestras vidas para darle la bienvenida a lo
que sí funcionará.
Que funcione o no funcione no hay que tomárselo ni a la
tremenda. Lo que funcione va a estar, va a llegar y va a ser para mejor.
Al fin de cuentas, cuando las cosas no funcionan es porque
no nos merecemos eso, sino más. 
Hasta todos los momentos

No hay comentarios:
Publicar un comentario
L@s camaradas dicen