Nuestra vida es una larga acumulación de mandatos sociales, creencias históricas y ni te digo de las herencias familiares. De niños somos inocentes, simples, somos. Y a medida que crecemos empezamos a ser una suerte de cebollas, capa tras capa empezamos a conservar los mandatos, creencias y herencias. Y vamos siendo con ellas. Y vamos moviéndonos con ellas. Claro, llega un momento que creemos movernos y, en verdad, solo estamos atados a cada uno de ellas. Y el viaje se hace más pesado, los sentimientos son licuados con ellas tres, que encontraron su justo lugar: nuestro inconsciente.
No es fácil. Tenemos que dedicarle mucho tiempo. Pero una vez de haber despejado nuestro corazón de los mandatos, las creencias y las herencias empezamos a ser y a vibrar desde el amor más puro.
¡Manos a la obra!
Hasta todos los momentos

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L@s camaradas dicen