domingo, 20 de noviembre de 2011

El Club de los artistas


El Subgeneral me cuenta la historia de un grupo universitario que luchó por el arte en el pueblo Las Nubes. Rodrigo y Ema actuaban casi de líderes, se encargaban de armar las giras, las obras y demás piezas para luchar y cultivar la alegría por y para todos.

Rodrigo llevó una vida estudiantil muy agitada, mechaba su estudio con las protestas y los manifestaciones culturales. Él consideraba que sin alegría el pueblo ni siquiera podía tener identidad.

Ema era la abanderada de la libertad y la igualdad. Ella luchaba contra la opresión de la circulación de las ideas, los textos y la cultura, en el formato que sea.

El contexto social no ayudaba a los artistas del pueblo Las Nubes. Todos estaban prácticamente aislados, la sociedad les mostraba indiferencia.

Charlas y charlas de Rodrigo y Ema para analizar las alternativas y para trazar el plan que mostrara a su pueblo el por qué de la existencia de los artistas.

Una mañana Ema se dirigió al rectorado de su facultad. Espero al decano y le presentó un proyecto cultural en beneficio de los nubenses.

El Subgeneral me cuenta que el decano era un ferviente partidario de las manifestaciones culturales y consideraban que eran por más demás esenciales dado que el falso y vacío mundo les iba ganando en la partida del libre pensamiento. Por aquellos tiempos, la enajenación era la cara de la realidad.

Con la aprobación del decano, Rodrigo y Ema pusieron manos a la obra. Le concedieron un galpón sin uso de la facultad para desarrollar su proyecto.

Primero, Ema convocó a todos los artistas, de cualquier rubro, sea cual sea la ramificación. Y así Las Nubes se empapeló de la convocatoria artística.

Rodrigo empezó a restaurar el viejo galpón. Distintos tarros de pintura cubrieron las paredes y el techo del lugar.

Durante tres semanas desfilaban magos, clown, escritores, músicos, payasos, actores, bailarines por el galpón. Todos se habían interesado en el proyecto. Y ya eran mucho más que dos en la movida artística.

Todos se sumaron a la causa: trabajar y militar en pos de la alegría y la felicidad de los nubenses.
Al mes el galpón ya era el epicentro de la movida cultural. Rodrigo y Ema repartieron volantes en todas las casas y todos los negocios.

El Subgeneral Siqueiro me cuenta que el volante era de la inauguración del “Club de los artistas”. El volante invitaba a liberarse de la enajenación realista, de sacudirse del orden establecido por la producción y de conjugar un nuevo espacio entre todos. La invitación finalizaba con la frase “La historia es una historia de manifestaciones subjetivas y colectivas y no está en posesión de nadie de manera exclusiva”. El Subgeneral me aclara que este pueblo vivía por y para trabajar, sacando el juego no había otra actividad que le apasionara a los nubeneses.

El día de la inauguración cortaron las calles y ningún nubense faltó. Rodrigo y Ema presentaron al “Club de los artistas”.

“De nada, ni nadie nos podemos liberar sino conjugamos el arte con nuestra vida. Siempre estaremos sometidos a la realidad sino miramos más allá. Nos convertiremos en máquinas sino explotamos nuestra capacidad creativa. El trabajo es trabajo y es la manera de subsistir. Pero la única manera de vivir en libertad está sujeta a la cultura, a la expresión que cada uno de nosotros. De ahora en más viviremos más dignamente y todos tienen su lugar en el Club de los artistas”.

Estas fueron las palabras de Ema al inaugurar el club. Mientras que Rodrigo fue más vísceral, más contundente.

“Hasta ahora sólo hemos sido fuerzas de trabajo. El empresariado no piensa en nuestras necesidades como personas. Ellos sólo nos miden por ocho horas. En el Club de los artistas no hay mediciones, sino un nuevo espacio para recuperar la identidad, para sentir y sentirnos como el colectivo nubense que somos”.

El Subgeneral me cuenta que en el pueblo Las Nubes el Club de los artistas sigue en el mismo lugar, pero totalmente renovado con el paso de cada nueva generación que hace de ese club su obra maestra.

Hasta todos los momentos.

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