El burocratinismo es el medio para perfeccionar cada
vez más y más las relaciones de poder dentro de una organización, ya sea una
sociedad o una comunidad. 
Aún el sistema dominante pretende someternos al pensamiento
estructural equivalente a un mecanismo de control social, como si fuera una
telaraña gigantesca que atrapa todos nosotros.
¿Y la creatividad? ¿La expresión? ¿Y la originalidad? A los
burocratinicos nada les interesa de esto. No llego a entender cómo pueden vivir
bajo controles de lo más diversos tipos. No llego a entender cómo no resisten
ante la rutinización inevitable de estos tiempos. 
Los burocratinicos no entienden de creaciones, juegos, ni
manifestaciones a la hora de hablar con el otro, de descubrirse en la mirada
del otro. 
¿Cuándo van a reconocer qué la creatividad es la actitud más
revolucionaria que podemos asumir?
¿Cuándo van a reconocer que el amor revolucionario es la
mejor causa para luchar de por vida?
Los burocratinicos son los nuevos autómatas de este siglo
que transcurre. Respiran y viven por inercia, no por esencia.
Los burocratinicos institucionalizan el amor, estandarizan
las relaciones y, en especial, acallan las voces que se alzan a favor de más y
más amor hasta en el rincón más mínimo de nuestros días. Los burocratinicos
creen que el amor sólo es el amor entre las personas. No entienden que el amor
nos rodea, por fuera, por dentro y por todos los costados.
Quiero derribar al brucratinismo en todos sus frentes y
ramificaciones. 
La lucha por el amor revolucionario va más allá de una mera
campaña, un plan integral de marketing o un slogan. Es una lucha de ideas, de
un nuevo manifiesto de la vida hasta que podamos elegir libremente, sin
mecanismos de control por doquier.
Mi sueño es que seamos la nueva generación del amor
revolucionario. Que levantemos el amor revolucionario como nuestra bandera de
vida y nos preparemos para dar batalla día a día, mes a mes y todo el tiempo
necesario para acabar con el burocratinismo  que entorpece el avance de la revolución por el amor.
Hoy el grito de mi reclamo es sintético: ¡Abajo el
burocratinismo!
Hasta todos los momentos.

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