sábado, 1 de octubre de 2011

Todos dicen “Te quiero”


Para mi es una afirmación revolucionaria. Pero con el correr del tiempo, el uso y abuso la catalogaron como una frase de moda.

En el reinado del no me importa nada, capaz, suena a una expresión universalmente banal. Pero si escuchas más allá te encontrás con una expresión mágica.

“Te quiero” es un grito irreprimible del amor, de los enamorados y de los revolucionarios por el amor.

Estas dos palabras, conjugadas, transmiten emociones, sentimientos, son como una suerte de confesión mágica, que convoca una respuesta no menos mágica “Yo también te quiero”.

Mientras escribo imagino, en el mundo, muchos seres intercambiando infinitos “Te quiero”.

Es una afirmación revolucionaria, porque cuando la digo, la pienso y la siento imagino que el sólo hecho de hallarme en la reciprocidad causará una revolución en mi vida y mi  mundo.

“Te quiero” carece de empleos estructuralmente sociales. Estas palabras no están sujetas por ningún condicionamiento social. Puede ser desde una expresión sublime, solemne hasta erótica.

También carece de modalidades. No tiene grados, ni mediciones. Cuando digo “Te quiero” es mi sentimiento más pleno, sin graduación planificada. Estas palabras no son metáforas, ni una frase común. Aunque la encuentro en el diccionario está fuera de su alcance. Cuando digo “Te quiero” transgredo las reglas gramaticales, pienso en el destinatario, experimento ese sentir amoroso.

No es un simple enunciado, ni dos vocablos más del lenguaje. Es un grito, una exclamación de lo que uno siente por el otro, sin miedos, ni dudas.

“Te quiero” no compete a la lingüística, ni al castellano, tampoco es pertenencia de la Real Academia Española.

“Te quiero” es la voz del goce, de mi deseo. Mi deseo no habla, pero dice “Te quiero”.

Hasta todos los momentos. 

P.D: Amo a Woody Allen.


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