domingo, 9 de octubre de 2011

El amor en los tiempos de revolución


El Subgeneral me despierta para contarme una historia de amor, de Emilia y Maximiliano, una de sus preferidas.

Ocho meses, 240 días de separación.

Maximiliano había partido con las tropas revolucionarias a luchar por la emancipación de su país. Y a Emilia no le había quedado más remedio que esperarlo en su casa.

A los 90 días de la partida, Emilia recibe la primer correspondencia firmada de puño y letra por Maximiliano. En cada oración su corazón vibraba con el reencuentro, con el palpitar de cada una de las palabras. Pero al llegar la despedida otra vez sentía el vacío en su corazón. Uno, dos, tres tejidos. Y no bastaban  para su entretenimiento. La ausencia de Maximiliano le entrecortaba el aire.

Por su parte, Maximiliano sentía dividir su ser en dos: el amor a su país y el amor por Emilia. Pero tiempos eran tiempos. Y la revolución contra el principado ya había comenzado. No era hora de abandonar la tropa.

Y en un rato de descanso, Maximiliano abría la primer carta de Emilia. Sus ojos se humedecían al leer “Nuestro amor existe en todos lados, pero en estos tiempos es cuando se pone a prueba. No sé cuánto tiempo aguantaré sin estar a tu lado”. Maximiliano tomó el papel para pedirle paciencia, que era cuestión de tiempo y ya volverían a estar juntos en su casa.

Y así intercambiaron tres o cuatro cartas más. Por su parte, Emilia le avisaba que ya no podía vivir un segundo sin él. Y Maximiliano le proclamaba paciencia, porque no faltaría mucho para el triunfo de la revolución y con la libertad de su país podría regresar tranquilo a su hogar.

La quinta carta ya no pudo con la decisión de Emilia. La guardó en el sobre y marchó a la tienda de enfermeras.

Emilia: Vengo a alistarme, a cuidar a los enfermos, lo que sea. Pero, preciso que sea la tienda de Morelos.
Generala de la Tienda: Distribuimos a las mujeres acorde con las necesidades de cada estado.
E: Lo sé, lo sé. Si quieres puedo estar en dos estados, a la vez. Pero preciso que uno sea Morelos. Allá está mi esposo y ya no puedo pasar más un día sin él. Quiero verlo, besarlo y acompañarlo en la lucha. No puedo quedarme con los brazos cruzados en mi casa. ¿Comprendés?
G: Sí, claro. Dejame ver.
E: Por favor. Si hay más amor dentro de nuestras filas más fuerzas habrá para luchar. No le reniegues a un soldado de la revolución el amor. Créeme que será para el bien de la patria también. Ya hace 240 días que no puedo contenerlo, apoyarlo. Y es hora que me haga presente junto a él en el campo de batalla.
G: Está bien. Marcha hacia Morelos.

Cuando Emilia llegó a la trinchera se encontró con muertos, enfermos y heridos. La lucha era intensa. Nadie descansaba ni un segundo. Hombres por doquier frente a su vista. Pero no podía encontrar a Maximiliano.

Las enfermeras de la tienda la llevan a atender a los enfermos. Emilia, por sus adentros, sólo quería encontrar a Maximiliano.

Tras la jornada de trabajo, Emilia comenzó a recorrer las carpas. Nadie sabía nada de Maximiliano.

Mientras continuaba con su búsqueda se topó con Maximiliano.

Maximiliano: ¡Emilia!
Emilia: ¡Mi amor!
M: ¿Qué hacés acá?
E: Mi amor me llevó hasta acá. No puedo esperarte en casa, mientras vos estás acá. Esta revolución la terminamos juntos, así lo dicta mi corazón.

El Subgeneral Siqueiro me cuenta que así pasaron los últimos meses de la revolución, juntos. Ella cuidando de los enfermos. Él luchando en el campo de batalla. Con el triunfo de la revolución, Emilia y Maximiliano regresaron a su casa para seguir escribiendo su historia de amor, pero en un país libre. 

Hasta todos los momentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L@s camaradas dicen