El
Subgeneral me despierta para contarme una historia de amor, de Emilia y
Maximiliano, una de sus preferidas.
Ocho meses,
240 días de separación. 
Maximiliano
había partido con las tropas revolucionarias a luchar por la emancipación de su
país. Y a Emilia no le había quedado más remedio que esperarlo en su casa.
A los 90
días de la partida, Emilia recibe la primer correspondencia firmada de puño y
letra por Maximiliano. En cada oración su corazón vibraba con el
reencuentro, con el palpitar de cada una de las palabras. Pero al llegar la
despedida otra vez sentía el vacío en su corazón. Uno, dos, tres tejidos. Y no
bastaban  para su entretenimiento. La
ausencia de Maximiliano le entrecortaba el aire.
Por su
parte, Maximiliano sentía dividir su ser en dos: el amor a su país y el amor
por Emilia. Pero tiempos eran tiempos. Y la revolución contra el principado ya
había comenzado. No era hora de abandonar la tropa.
Y en un
rato de descanso, Maximiliano abría la primer carta de Emilia. Sus ojos se
humedecían al leer “Nuestro amor existe en todos lados, pero en estos tiempos
es cuando se pone a prueba. No sé cuánto tiempo aguantaré sin estar a tu lado”.
Maximiliano tomó el papel para pedirle paciencia, que era cuestión de tiempo y
ya volverían a estar juntos en su casa. 
Y así
intercambiaron tres o cuatro cartas más. Por su parte, Emilia le avisaba que ya
no podía vivir un segundo sin él. Y Maximiliano le proclamaba paciencia, porque
no faltaría mucho para el triunfo de la revolución y con la libertad de su país
podría regresar tranquilo a su hogar.
La quinta
carta ya no pudo con la decisión de Emilia. La guardó en el sobre y marchó a la
tienda de enfermeras.
Emilia:
Vengo a alistarme, a cuidar a los enfermos, lo que sea. Pero, preciso que sea
la tienda de Morelos. 
Generala de
la Tienda: Distribuimos a las mujeres acorde con las necesidades de cada
estado.
E: Lo sé,
lo sé. Si quieres puedo estar en dos estados, a la vez. Pero preciso que uno
sea Morelos. Allá está mi esposo y ya no puedo pasar más un día sin él. Quiero
verlo, besarlo y acompañarlo en la lucha. No puedo quedarme con los brazos
cruzados en mi casa. ¿Comprendés?
G: Sí,
claro. Dejame ver. 
E: Por
favor. Si hay más amor dentro de nuestras filas más fuerzas habrá para luchar.
No le reniegues a un soldado de la revolución el amor. Créeme que será para el
bien de la patria también. Ya hace 240 días que no puedo contenerlo, apoyarlo.
Y es hora que me haga presente junto a él en el campo de batalla.
G: Está
bien. Marcha hacia Morelos.
Cuando
Emilia llegó a la trinchera se encontró con muertos, enfermos y heridos. La
lucha era intensa. Nadie descansaba ni un segundo. Hombres por doquier frente a
su vista. Pero no podía encontrar a Maximiliano.
Las
enfermeras de la tienda la llevan a atender a los enfermos. Emilia, por sus
adentros, sólo quería encontrar a Maximiliano.
Tras la
jornada de trabajo, Emilia comenzó a recorrer las carpas. Nadie sabía nada de
Maximiliano. 
Mientras
continuaba con su búsqueda se topó con Maximiliano.
Maximiliano:
¡Emilia!
Emilia: ¡Mi
amor!
M: ¿Qué
hacés acá?
E: Mi amor
me llevó hasta acá. No puedo esperarte en casa, mientras vos estás acá. Esta
revolución la terminamos juntos, así lo dicta mi corazón.
El
Subgeneral Siqueiro me cuenta que así pasaron los últimos meses de la
revolución, juntos. Ella cuidando de los enfermos. Él luchando en el campo de
batalla. Con el triunfo de la revolución, Emilia y Maximiliano regresaron a su
casa para seguir escribiendo su historia de amor, pero en un país libre. 
Hasta todos los momentos.
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